No sé a qué laico se le habrá encargado de la decoración de la capilla X (donde
hay una equis había un nombre) en X (donde
hay una equis había una ciudad en un determinado país, un país del mundo),
pero aconsejo a la diócesis que lo destine a otros menesteres: por ejemplo,
limpiar las caballerizas del palacio episcopal.
Véase el delito flagrante
en la foto que aparece en este link: (link borrado.)
Nota aclaratoria: Cualquier parecido entre la foto de arriba y la foto del link que he borrado no será ninguna coincidencia. Porque será imposible que entre la belleza de arriba y el horror de lo que he borrado haya ningún punto de conexión.
Que después de dos mil
años de estética cristiana, que después de todas las variantes del románico
normando y del románico peninsular ibérico, que después de las tres fases de
evolución del gótico, después del rococó, después del historicista “neoclasicismo
neogriego”, que hayamos llegado a esa capilla... en fin, no tiene perdón. Esa
capilla no tiene perdón.
¿Qué está mal en ella?
Mejor dicho, ¿qué está bien? Probablemente, solo se salvan los bancos. Prefiero
no mirarlos demasiado por si acaso.
Pero es que esa capilla es,
en su estilo, quizá insuperable. Espero que le hagan fotos, como recuerdo,
porque hagan lo que hagan a partir de aquí, eso sí, ya solo puede mejorar.
Me podría fijar en cada
detalle, pero renuncio. Solo mencionaré esos BORRADO (aquí mencionaba
un detalle demasiado identificativo) de la pared que solo mirarlos en la
foto ya me duelen los ojos.
En ese espacio, todo está
tan desorganizado que casi produce un mareo físico solo con abrir los ojos. Ya
no digo nada del mareo existencial.
Alguien me preguntará:
“¿Pero se podía hacer algo sin gastar casi dinero?”. ¡Por supuesto que sí! Lo
repito: ¡Por supuesto que sí! Baste ver alguna capilla minimalista de John
Pawson.
En las conversaciones, al
hablar de dos mujeres, si hay caridad se suele decir: “La guapa y la simpática”.
Un bello modo para no decir que es fea. Pues bien, de esa capilla nadie podrá
decir que resulta simpática sin mentir. No es ni simpática ni original
ni modesta ni humilde ni sobria. Solo es una cosa: fea de solemnidad.
Me estoy refiriendo a una
capilla en concreto, pero no es culpa mía si, en cinco lugares del mundo, varios
laicos piensan completamente convencidos: “Se está refiriendo, sin ninguna
duda, a la nuestra”.
Post Data: Me gustaría tener la esperanza
que mis líneas llevarán al arrepentimiento de sus pecados estéticos a algunos
clérigos. Pero no, morirán con todas sus faltas contra la belleza y lo único
que lamentaré, qué pena, es que no exista un purgatorio especial (y bien largo)
para sus culpables.