Lo que decía ayer
de España, vale también para la Unión Europea. Lo que fueron aquellos tiempos
de ideales y entusiasmo, ahora es un tiempo de pérdida de entusiasmo por el
futuro. Y lo mismo pasa con la ONU. Ciertamente, vivimos en un tiempo en que
hemos visto como el egoísmo particular prevalecía. Y cómo las viejas dictaduras
se consolidaban y aparecían otras nuevas.
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El virus ha
traído más desesperanza, más sueños frustrados, más jóvenes quedándose en casa
sin otra salida que todavía más Internet y todavía más videojuegos.
Cuantos
cientos de miles de ilusiones han quedado extinguidas: comercios, trabajos,
proyectos. En este sentido, el virus ha sido como una apisonadora.
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Y lo que es
peor, mi madre no vendrá a casa por Navidad. Sí, lo que oís. Este año tendrá
que contar todas las anécdotas su pobre marido, mi padrastro. El cual, por
supuesto, no dirá nada.
Siempre, ¡siempre!,
habían sido las cosas de una determinada manera en navidad. Pero no creo que
esto produzca una ruptura del continuo espacio-temporal. Véase El día de la
marmota (Groundhog Day). La película demuestra que estas rupturas no
hay que tomárselas a la ligera. Si se toman a la ligera, es cuando vienen las
venganzas de la Naturaleza, véase el SARS-CoV-2.
Y eso que ese
virus es mucho menos maligno que el futuro SARS-CoV-8-ultimate.