sábado, junio 27, 2020

El libro que discurre por sus propios cauces



La parte de la genealogía de Jesús es uno de los temas que toco en mi novela sobre san Pablo. Para nada pensaba tocar este asunto en una biografía sobre el apóstol.

Ahora bien, me encontré con que el Evangelio de Mateo fue escrito en vida de Pablo. Y, sin ningún género de duda, llegó a Antioquía pronto. Si vemos todo el tiempo que pasó Pablo en esa ciudad entre sus viajes, era inevitable describir la escena de la llegada de ese evangelio de Mateo. Si a eso añadimos que el Evangelio de Lucas, con bastante certeza, fue escrito en la ciudad de Antioquía, resultaba inevitable no hablar de la redacción de la obra lucana.

Así que me vi obligado a hablar de la redacción de una obra y de la llegada de otra. Era imposible no hacerlo. No podía hablar de mil cosas y no decir algo, un poco, de esos dos hechos: la redacción y la recepción.

Pero hablar de la recepción, suponía que nada más abrir el libro mateano se encontraban con la genealogía. La cual, a primera vista, sin darle muchas vueltas, no coincidía con la genealogía lucana.

En mi novela, tuve que dar una explicación. Alguien dirá que me fui por las ramas, pero ese fue uno de los grandes hechos de esos años. No solo eso, Pablo estaba allí y Pablo era (o iba a ser) el gran escritor cristiano de su generación. ¿Podía el apóstol no ocuparse del asunto?

O replanteando la pregunta: Si el mayor teólogo cristiano de la época, era ya obispo, ¿podía desentenderse de esa cuestión que salta a la vista en la primera página?

Evidentemente, no. Sin duda, seguro, Pablo habló de este asunto con los ancianos de la ciudad.

Así que, como veis, lo uno llevó a lo otro. Pues bien, esa parte de la novela acerca de la genealogía estaba acabada, bien rematada y totalmente revisada en mi novela sobre san Pablo, cuando hoy recibí una llamada telefónica de una supernumeraria del Opus Dei. (Mañana seguirá.)