viernes, junio 19, 2020

L'âge d'espoir, o como dicen los alemanes "Hoffnung"



Hoy ha muerto Carlos Ruiz Zafón. En la noticia, no puedo dejar de ver un recuerdo de mi propia futura muerte. La noticia me ha impactado. Ha sido algo certero, ha hecho diana.

En parte, porque tenía mi edad, cuatro años más. En parte, porque cuando despegó como autor era la época en la que yo lo intentaba con todas mis fuerzas. Su nombre era el nombre de un status deseado, su nombre era el de una cima. Sus portadas en los escaparates...

Nunca le leí, fiel a mi propósito de no emplear mi tiempo más que en leer lo mejor de lo mejor y solo eso. Nunca lo leí solo porque nadie me lo recomendó, solo por eso.

Cuando lo envidiaba, no sabía que envidiaba la caducidad. Pero, superviviente, no estoy seguro ni libre. La noticia de hoy es un recuerdo de mi propia caducidad.

Adiós, quedan tus libros. ¿Por cuánto tiempo la llama de tus lámparas seguirá titilando? ¿Y mis lámparas? A veces, en treinta años, la arena del desierto ya cubre nuestros libros. La arena del olvido. El desierto es implacable. También esas arenas cubrirán cada fotograma de Youtube.

Pensando en esa implacabilidad, con el recuerdo de la fugacidad, os comunico que hoy he publicado en Biblioteca Forteniana un pequeño opúsculo. Se titula Claustro Sixtino. He recogido y mejorado mis textos sobre el edificio para el cónclave –bien lo conocéis— así como el tipo de templo de la Pasión del Señor.
https://drive.google.com/file/d/1Fbqcmoz_NUJz-mMkYUuChOmgMDIIQSP4/view?usp=sharing

Una obra menor. Menor en tamaño, en pretensiones, en esperanzas. Mi vida como escritor no renuncia a estas obras menores que son el paisaje de mi pensamiento, de mis ilusiones. Todos esos libros arquitectónicos son un paisaje de mi vida, un relato de mis viajes.

Mis cinco obras mayores (toda una vida) son solo cinco. Sus títulos los podéis leer en otro opúsculo titulado Cómo orientarse en la obra del padre Fortea. En medio de tanta liana y de tanto helecho, ese opúsculo resulta no una obra de vanidad, sino de necesidad.

A veces, me siento como una gallina ponedora de libros. Cuántas veces he escuchado eso del escritor con pánico ante la hoja en blanco. Como dijo un personaje de Borges: Nunca he conocido el miedo. Me encomendaré a la intercesión de Zafón. Entre escritores... seguro que me ayudará. Es curioso, un cónclave y la verdad: son dos cosas en íntima relación. ¿Cómo es que soy el primero en considerar que un acto así (junto a las arenas del olvido) merece una construcción monumental? Quizá mis libros están llamados a eclosionar en otra época. Quizá mis libros están llamados a dormitar, no como larvas, sino solo como huevos: vivos, pero siempre clausurados en su membrana.

Zafón, te envidio. Su saga tenía 15 millones de ejemplares vendidos. Pediré su intercesión. Quizá me hubiera ido mejor hacer novenas a premios Nobel muertos que a fundadores de órdenes religiosas. Los permios Nobel se sorprenden de que alguien se acuerde fuera del ámbito del archivo de una biblioteca. Son muy agradecidos.

En fin, acabo con una cita de Arthur Conan Doyle: Once you eliminate the impossible, whatever remains, no matter how improbable, must be the truth.