domingo, marzo 14, 2021

Me gusta la segunda foto, imposible que un rostro diga más

 


Ayer también miré las fotos de los encuentros de Chamberlain con Mussolini. Mussolini hace un esfuerzo titánico por no quitarse la careta que se ponía: la careta de hombre fuerte, de hombre de hierro. Eso es lo que desea transmitir, pero no lo consigue, porque siempre ofrece impresión de pose, de falsedad.

Esa pose de matón dificulta ver sus sentimientos. Pero también se percibe, aunque en menos fotos, que albergaba buenos sentimientos hacia Chamberlain. El mismo impacto positivo que tuvo que sufrir Hitler lo sufrió Mussolini respecto al premier británico.

Esta impresión que saco de observar las fotos, es lógica. Pues, hoy día, se sabe (véanse los escritos del traductor de Hitler, Paul Schmidt) que Mussolini de ningún modo quería ir a la guerra. Así que, en el Duce, la simpatía hacia Chamberlain tenía más razones que, meramente, la buena impresión que le produjera el primer ministro.

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El que sí que aparece horrible en las fotos con Chamberlain es el conde Ciano, el ministro italiano de Asuntos Exteriores. Basta verle la cara, el gesto, la pose, para darse cuenta de que es un payaso ególatra. Eso sí, hay que reconocer que siempre estuvo totalmente en contra de unirse a la guerra como aliado de Alemania.

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Como se ve, estos matices, se pierden en las películas que siempre muestran un mundo simplificado. La obra del traductor de Hitler, Paul Schmidt, es formidable y muestra todos los matices que son muchos.

Lo mismo vale para la Iglesia. Cuando escucho a determinadas personas, incluso cultas, católicas, observo esa falta de conocimiento de la realidad concreta; se alimentan de artículos, de estereotipos, de simplificaciones.

Algunos se sienten como una mezcla de Churchill y cruzado palestinense. Yo, desde luego, me siento atraído por la postura conciliadora de Neville.