martes, junio 01, 2021

Los rostros de los protagonistas de los hechos futuros

 

Este de la foto es el cardenal de Hong Kong. Si hay un prelado que tiene una labor difícil en cuanto a la relación con las autoridades civiles es él. Que ningún párroco, en un pueblo de Tarragona o de Extremadura, se queje de que las relaciones con el alcalde son complicadas. Este cardenal sí que las tiene complicadas de verdad. Así como el arzobispo de Pekín o hasta el último obispo del más pequeño lugar de China.

Varias veces, he hablado de la tormenta inevitable que se cierne sobre todos los cristianos de China; católicos, evangélicos y de otras confesiones. Estoy convencido de que los poquísimos chinos de iglesias ortodoxas orientales no sufrirán persecución. Pekín está interesado en el Poder, y un número tan insignificante será dejado de lado. En parte, por no importunar las relaciones con Rusia, pero también porque son poquísimos.

La tormenta es inevitable. Y es que no podemos dejar de entender que el auge y evolución de China debe ser entendida de un modo teológico, y no solo económico o político. China debe ser comprendida con los esquemas de los profetas del Antiguo Testamento. El coloso asiático será para Occidente martillo y yunque. Tiene una misión que cumplir. Solo después, China será una nación hermana entre las demás naciones del mundo, en perfecta armonía.