viernes, enero 22, 2021

Esto, aunque parezca increíble, es un fresco romano: un cocodrilo

 

Ayer mi querido corrector de la novela (la única persona a la que literariamente debo obediencia) me señaló que el nombre Sion no lleva tilde. El ser humano es el único escritor que tropieza una docena de veces en la misma piedra.

Como ese nombre aparece unas cuantas veces repartido por las 2300 pgs. de mi novela, decidí usar la opción automática de Word para sustituir una palabra por otra: Buscar “Sión”, sustituir por “Sion”.

Así lo hice con los siete archivos de mi novela. Una vez que había acabado de hacer esta operación y ya había cerrado los documentos Word. Insisto, una vez que ya había cerrado los documentos, este detalle, como en las novelas policiacas resultará relevante para la historia. Me percaté de un pequeño detalle, un mínimo e insignificante detalle: ¡No había puesto un espacio delante de la palabra! Un espacio, solo con que hubiera puesto un espacio no hubiera perdido horas de trabajo.

Al momento, me di cuenta de lo que eso significaba. Todas las palabras en las que apareciera la sílaba sión, se sustituirían por sion. No iba a sustituir la palabra, sino la sílaba. Horror. Centenares y centenares de palabras repartidas por miles de páginas:

división

conversión

circuncisión

ilusión

visión

etc., etc., etc.

Y no bastaba con volver a sustituir esa sílaba por la anterior, porque conversión lleva tilde, pero conversiones, no. Dígase otro tanto del resto de las palabras. Así que, tras valorar todas las opciones, no quedaba otra solución que revisar, una por una, cada palabra con esa sílaba y cambiarla manualmente: dos horas de trabajo.