Ayer salí a
jugar con la nieve. Es la mayor nevada que he conocido en mi vida. Comprobé mi
mala puntería a la hora de tirar bolas de nieve. Los otros eran igual de malos
que yo.
Pero el
problema fue que el viernes estaba en Madrid y cuando a las 8:00 de la tarde
regresé, me di cuenta de que la situación estaba tan mal en la carretera que no
sabía si iba a llegar a Alcalá. Nevaba con furia, con rabia, sin parar. De
hecho, no paró hasta las 5:00 de la tarde del día siguiente.
Había poquísimos
coches en la autovía de ocho carriles, cuatro en cada sentido. No se veía el
asfalto, todo el rato se circulaba sobre la nieve, y ya solo por un carril. Vi una
sola máquina quitanieves circulando por el sentido contrario.
Las pocas
veces que frené pude comprobar que el coche no se detenía, se deslizaba hasta
que perdía fuerza. No me choqué porque iba a 40 kms./hora y con una gran
distancia del coche que me precedía.
En serio que
varias veces pensé que, en cualquier momento, la hilera de coches se detendría
y nos quedaríamos allí detenidos durante horas.
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Pero el problema fue al llegar a la ciudad. Si la autovía
estaba mal, siendo una carretera principal, las calles de la ciudad estaban al
mismo borde de no permitir ninguna circulación.
Varias veces
pensé en aparcar en cualquier sitio libre y seguir a pie. Pero me decía: “Bueno,
un poco más”.
En la
penúltima rotonda, aun yendo a menos de 20 kms./hora el coche se deslizó completamente
a un lado. Menos mal que no había nadie en toda la rotonda y pude acelerar
suavemente en la dirección adecuada.
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Después vino
el problema de bajar la rampa de mi garaje. En cuanto comenzara a bajarla,
sospeché que me deslizaría hasta abajo. Me bajé del coche, examiné la situación
con calma. Se me ocurrió que si ocurría eso, podría frenar al meter el coche en
el interior, donde no había nieve.
Afortunadamente,
la nieve mullida impidió que se deslizase. En la rampa había nieve, no hielo. En
un momento lado, se me ladeó el coche, pero al frenar se formó una cuña de
nieve delante de las ruedas delanteras y eso me detuvo.
Gracias a
Dios, no pasó nada.
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Pero estoy
indignado contra las autoridades. Dijeron a la población: “No salgan si no es imprescindible”.
Pero una cosa es eso, y otra muy distinta hubiera sido decir: “Las carreteras
van a estar impracticables a las 8:00 de la tarde”. Es muy distinto.
Las autoridades
dieron un mensaje que se prestaba a la confusión. A partir de esa hora, fuera
imprescindible o no, ya casi no había manera de circular. Fueron muchísimos los
trabajadores que se encontraron sin poder llegar a casa. Deberían haber dicho
por la mañana: “Si van a trabajar, no van a poder regresar en coche a sus casas”.
Si se
equivocaron, a las 7:00 de la tarde sí que podían haber hecho un llamamiento de
emergencia, avisando de que las carreteras iban a quedar impracticables. Pero
no lo hicieron. No solo eso, permitieron que siguieran entrando coches en
carreteras que ya estaban bloqueadas.
Y después
está la pregunta que yo me hice todo el tiempo: “Aquí hay muchos coches en la
A2, ¿dónde están las máquinas quitanieves?”. Porque yo recorrí 20 kms. de
distancia y tuvimos la alegría de ver ninguna ayuda de ese tipo.
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En el
hospital, enfermeros y médicos se quedaron atrapados, ya no pudieron salir del
edificio. Decidieron doblar turno, pues tampoco pudieron llegar los del
siguiente. Pero me dijo una enfermera que urgencias estaba vacía porque tampoco
se podía llegar al hospital.
Post Data: Si a partir de este año, cada invierno, hay una nevada así en Madrid, consideraré muy seriamente que estamos al borde del fin del mundo.