El fundador del Opus Dei no
fue un gran teólogo, por más que infinidad de tesis doctorales de la
Universidad de Navarra han intentado sacar petróleo de donde no lo había. No
fue un gran teólogo, ni siquiera fue un teólogo.
Lo que san Josemaría
Escrivá fue es un padre. Fue un padre inmenso, un pater optimus. Siempre
vio a la Obra como una familia y logró imprimir ese espíritu. Lo que realmente
hizo bien, maravillosamente bien, fue de padre.
Y unido a eso fue un
inmejorable gobernante. Fue sobresaliente el gobierno que ejerció sobre una
institución tan grande y tan extensa. Su lucidez, su prudencia, lo convierten
en un excepcional capitán de barco. Precisamente sobre esto no hay tesis
doctorales. ¿Por qué? Porque habría que explicar en qué consistió la tormenta a
través de la cual guio su barca. Y explicar esa tormenta sería meterse en
berenjenales.
Y es que el Opus Dei, muy
sabiamente, siempre ha evitado meter ni una sola pierna en arenas movedizas. En
eso han actuado ellos muy sabiamente. Allí donde ha habido una disputa
eclesial, allí donde ha habido una polémica, en vano buscaremos a la Obra. La
Obra solo defiende el magisterio y punto. La buena formación y la santificación
de las almas, lo demás no le interesa. Fantástico. Me parece muy bien esta
postura. Hay individuos que tienen una llamativa capacidad para meterse en
todos los charcos.
Muchos han querido ver cálculo
en esta característica de la Obra. Pero no es ni cálculo ni astucia ni malicia.
Es la sencillez del que busca solo las almas.
La cantidad de flechas
que le lanzaron a san Josemaría, durante su vida, fue notable. Baste decir que hasta
hubo un intento interno de quitarle de su puesto. Si usted que me lee pertenece
a la Obra y no ha oído hablar nada de esto, pregunte a un sacerdote de la
prelatura que tenga cierta edad. Pasará de puntillas sobre el tema, no espere
una larga explicación; pero reconocerá que sí, que ese intento existió.
Hubo flechas contra él desde
dentro (solo de unos pocos en la cúpula del a Obra) y flechas desde fuera (que
la caridad ha ocultado). Y de todo eso salió san Josemaría sin el más leve
rencor, sin la más leve acritud. Su gobierno, a pesar de todo esto, fue sereno
y equilibrado. No resulta tan fácil mantener la serenidad en medio de la
tormenta. En sus muchísimos sermones y charlas no encontraremos ni el más leve
atisbo de amargura. Siempre se fijaba en lo positivo, siempre. Sus sermones eran
acerca de lo constructivo, de lo bueno.
Y aquí es donde viene el
momento en que voy a decir algo sobre su faceta como predicador, pero eso ya
mañana.