miércoles, octubre 26, 2022

Atisbos de esperanza para la herida sangrante de Ucrania

 

La geopolítica del siglo XXI puede ser complicada; pero al final lo que nos encontramos, en el fondo de todo, son cuestiones morales: ambición, soberbia, no matarás. Los antiguos libros de moral, tan sencillos, siguen dándonos las pautas generales de lo que se puede y no se puede hacer.

Cierto que dentro del marco de lo lícito hay que aplicar la inteligencia de los  más expertos, para ver qué jugada sería la más adecuada dentro del tablero. Sí, hay que mover fichas y hacer estrategias, pero sin salirse de los límites de lo que está moralmente bien. 

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Ahora mismo lo veo claro, la jugada más prudente es parar el tren que hasta hace un par de semanas seguía tomando velocidad. No podemos hacer experimentos: ¿lo hará o no lo hará?

En Schreck, Lord Farquaad les dice a los caballeros que va a enviar a rescatar a la princesa: Algunos de vosotros morirán, pero es un sacrificio que estoy dispuesto a aceptar. Los más sabios deberían tener claro que en este tema de una confrontación general con cierto dictador no podemos correr riesgos: ni por nosotros, ni por los inocentes y heroicos ucranianos, ni por los rusos obligados a embarcarse en algo que no quieren de ninguna manera. 

No es una cuestión de valentía. Detener nos vamos a detener. Nosotros nos vamos a detener; cierto personaje, no. Cierto personaje seguirá adelante, subiendo la apuesta, aunque tenga que destruir a toda su propia nación en su infantil juego de egos.

Doy gracias a Dios de que en las dos últimas semanas parece que la velocidad del tren se ha detenido algo. Por lo menos, eso parece. Incluso se ha llegado a hablar de una mediación papal entre Putin y Biden.