Saliendo del hospital, he tenido el siguiente pensamiento: una
persona cuanto más anciana se hace más difícil tiene hacer nuevas amistades.
Por un lado, se le van muriendo su pequeño circulo de amigos. Y por otro lado
va teniendo más difícil hacer nuevos amigos por razones físicas, de limitaciones
de movilidad, de falta de ganas de hacer excursiones.
Es entonces cuando he
tenido una idea que creo que vale la pena compartir. Lo fácil que sería en
grandes urbes, como Madrid, Barcelona o Zaragoza, hacer un club para
sacerdotes.
Es decir, hacer un club
como los clubes ingleses, con la misma estética, es decir, muy bonito; y que
ofrezca los mismos servicios, más o menos, sin lujos.
Es decir, un club en un
lugar céntrico de la ciudad (a ser posible), de fácil acceso en transporte
público, donde los sacerdotes puedan sentirse en casa, con una decoración
tradicional inglesa, buenos sillones, pinturas de eclesiásticos por todas
partes, donde haya una agradable biblioteca, un lugar donde puedan beber algo,
jugar al ajedrez, quedarse a almorzar o cenar, un billar, una sala aparte donde
puedan ver el fútbol o una muy buena película a la semana. Ojo, la decoración no sería tan lujosa como en las fotos que he puesto arriba. Me parece una idea simpática que todos los cuadros representen solo a clérigos, sin ninguna excepción.
Es decir, un lugar donde
cualquier sacerdote que no sepa dónde cenar, o que tenga un tiempo libre y no
sepa qué hacer, pueda ir y saber que se va a encontrar entre compañeros. Un lugar
donde cualquier tarde o noche sabe que va a encontrar a treinta sacerdotes, la
mayoría jubilados.
Ese lugar no debería
parecer el salón de un asilo ni tampoco el típico salón de estudiantes de una
residencia de monjas, sino un lugar elegante, que atraiga, el estilo de un club
inglés tradicional me parece perfecto, elegante, pero no lujoso. Yo lo llamaría
Club Julio II. Otro nombre que lo veo adecuado: Club de los Monseñores.
—¿Por qué lo llaman así?
—Porque aquí todo cura es
tratado como un monseñor.
Por supuesto que estaría abierto
a todo diácono, permanente o transitorio. Y que cada sacerdote podría traer
invitados. Y que podría admitirse una pequeña cuota de miembros laicos.
Este club habría que
hacerlo gratuito para animar a los sacerdotes. Si hay que pagar una cuota, por
pequeña que sea, no pocos se desanimarán. Por supuesto que las bebidas y las
comidas se las pagará cada uno, pero intentando que el precio sea de coste, sin
sacar beneficio. El club sería propiedad de la diócesis.
Por supuesto que los
curas pueden reunirse con los laicos en sus parroquias, en las casas de laicos
amigos, esto solo sería una oferta más que la diócesis pondría a disposición de
los clérigos.
Lo ideal es que este club estuviera adyacente a una residencia de sacerdotes jubilados. Eso sí, tendría que haber unas normas esenciales de vestimenta, todo club las impone. Los clérigos con sotana o americana y clergyman negro, los laicos con corbata y americana; los diáconos como deseen entre las tres opciones.
Podría haber en el guardarropa cinco o seis pantalones negros, camisas clericales y americanas negras, ropa perfectamente limpia para no tener que rechazar a nadie. Pero el código de vestimenta es condición estricta en cualquier club. Quedaría totalmente prohibido sacarse la tira blanca de la camisa para pasar menos calor. Peor todavía dejar la tira blanca colgando de un extremo. No someterse a esta norma será causa de expulsión. El club aunque sea propiedad de la diócesis, será un verdadero club y, por lo tanto, con las normas de un club.
Las bebidas alcohólicas serán sustituidas por zumos, horchata, batidos y refrescos de todo tipo. Aunque se puede permitir la cerveza y el vino con un uso moderado. No se permitirá ningún juego de cartas.
Podría haber unos laicos
admitidos de un modo honorífico y podría admitirse a un cierto número limitado
de laicos con pago de cuota, con un precio equiparable a cualquier club.
También sería bueno que
el club estuviera adyacente a una iglesia abierta al público, para poder rezar
juntos las horas canónicas. La asistencia a las horas canónicas sería totalmente
libre, pero sería otro de los elementos inherentes al club. Este club podría
organizar visitas a museos, excursiones y hasta picnics en campos cercanos; también conferencias, presentaciones de libros.
Lo ideal es que el que
organice un club así sea un laico capacitado para ello, alguien que conozca bien
cómo funciona un club de verdad. Aunque tendría que hacerlo por amor a Dios,
porque el sueldo nunca podrá ser igual al de un club normal. No tengo la menor
duda de que algún supernumerario del Opus Dei sería la opción mejor para
dirigir con total autonomía un lugar así. Creándose un consejo director del
club formado por laicos que se encargaran de ver, cada año, qué se puede hacer
para mejorar el club. Si tiene un jardincito, por pequeño que sea, a mí me
gusta mucho la petanca y el crocket. Estos consejeros no cobrarían nada. Harían
este trabajo para ayudar a los sacerdotes.
Los cocineros, camareros
y personal de limpieza serían muy pocos, los menos posibles. Y se podría
escoger para esos puestos a aquellas personas con familias muy necesitadas. Así a la oferta de trabajo se uniría la caridad.
Miembros natos del club
serían todos los clérigos de la archidiócesis; pero todo clérigo visitante, por
supuesto, podría entrar al club, cuantas veces quisiera. Igualmente, el club
estaría totalmente abierto a clérigos anglicanos y ortodoxos. Y cualquier otro
tipo de clérigo (rabinos, etc.) solo tendría que consultarlo. Pero, en principio,
la idea es que sea un lugar donde reunirse de un modo agradable. Ni que decir
tiene que todos estos visitantes, como los diáconos, podrían venir con sus esposas.
Si se os ocurren más
ideas para un club así, podéis ponerlas en los comentarios. Si hay alguna muy
provechosa, la pondré mañana en el post.