miércoles, octubre 05, 2022

Club El arcipreste risueño (4ª parte y última)

 

Es cierto que la presencia de un número moderado de laicos enriquecería ese lugar. Pero el propósito que se busca con la creación de este lugar debe evitar el lujo. Debe ser un lugar con clase, pero sin excesos inadecuados. Un lugar agradable, pero no ostentoso.

Un lugar así debe ser regido por laicos con gran conocimiento de la materia, los clubs ingleses. Ellos constituirán la junta de gobierno. Se puede presuponer que lo harán bien puesto que los miembros de esa junta no cobrarán sueldo alguno, ni siquiera una gratificación. Eso hace que, en el fondo, el club sea regido como una fundación. Ya he dicho que los supernumerarios del Opus Dei me parecen los más adecuados para poner en marcha algo así, y para mantenerlo sin que pierda su esencia. Es decir, que si la idea tiene éxito, no pierda su espíritu precisamente por una excesiva presencia laical.

Sería todo un éxito si cada noche, a la hora de la cena, hubiera cincuenta o sesenta sacerdotes. Entre 1500 sacerdotes seculares no es tanto. Pero veo más realista aspirar a que sean unos treinta o como mucho cuarenta los que cada noche pasen el final del día juntos, o una tarde a la semana.

Hay sacerdotes, os lo aseguro, a los que nadie invita a almorzar o cenar el domingo. Este club sería un magnífico lugar para gozar un ambiente de fraternidad y forjar amistades sacerdotales. Cualquier sacerdote llegaría solo y los otros le dirían: “Ven, siéntate con nosotros”. Las mismas mesas de comedor estarían pensadas para que la gente se uniera, no para formar grupitos cerrados. Las mesas tienen que estar pensadas para acoger, no para que un grupo de amigos se repliegue sobre sí mismo.

¿Qué pensaría Jesús de algo así? No tengo la menor duda. El animaría a los obispos a usar cualquier recurso con tal de que los sacerdotes no se sintieran solos. Lo que sea para que cualquier sacerdote, en una gran ciudad, tenga siempre, todos los días, un “salón de estar” donde reine un ambiente de familia, una mesa donde bromear y charlar y escuchar a los otros.

Sería nefasto, simplemente lo menciono, crear un club para los sacerdotes de la curia, u otro para los pertenecientes a determinado rango clerical. Este tipo de clubes tiene que estar abierto a todos los hermanos, sin excepción. Obrar de otra manera, discriminar por rangos (incluso dentro de un club) sería hacer justo lo contrario de lo que se pretende con este proyecto. Dentro de un club, todos serán iguales, hermanos, ninguno tendrá ningún privilegio, por mínimo que sea. No quiero ni pensar en la aberración de que hubiera salas o comedores reservados para tal o cual rango de clérigos. Debe ser un lugar para sentirse acogido en un abrazo, no para cerrar puerta alguna, ni para crear “clases” entre hermanos. Jamás pienso que nadie lo haga, pero lo menciono para arrojar a las tinieblas cualquier movimiento en esa errada dirección.

Los obispos no harán ningún uso de este club. A ellos no les falta quién les invite a sus casas o los acompañe en sus residencias episcopales. Un club para obispos o cardenales no tiene ningún sentido. Son los pobres sacerdotes seculares los que, sobre todo a cierta edad, se pueden sentir solos. Pero pensemos también en un sacerdote joven en un pueblo (con muchos ancianos) que sabe que en la sede episcopal tiene este lugar donde llegar, sentarse y charlar. Cualquier sacerdote, a cualquier edad, podría encontrar aquí un esparcimiento sano.