Luis hizo este comentario
ayer que me abrió los ojos:
Me
encanta ver la pasión del padre en una verdadera lucha para conciliar la bondad
de Dios con la existencia del Infierno.
Es cierto, es cierto. Ha
expresado con economía de palabras lo que ha sucedido en mi alma desde los
comienzos de mi fe. Y no solo con el tema del infierno, aunque el asunto de la
condenación eterna se lleva la palma de todos los asuntos en que he tratado (y
todos hemos tratado) de conciliar ambas cosas: la bondad y la dureza.
Creo en el dogma de la
Iglesia sobre el infierno, creo en cada versículo de la Sagrada Escritura, pero
tantas veces, en mi alma, he sentido la lucha de Jacob con el ángel.
Después de tantos años,
estoy seguro: todo lo que enseña la Iglesia es verdad, todo lo que enseña la
biblia es verdad. Ahora bien, podemos conciliar el dogma con la bondad sin que
por ello salga resentida la verdad.
Podemos emplear toda la
bondad posible, mientras no nos salgamos de la fórmula del dogma. ¿Hará Dios lo
mismo? ¿No estaré excediéndome? Sin ninguna duda, no. Seguro que Dios usa de la
máxima bondad, misericordia, compasión que le es posible sin romper principios
que conoceremos en su momento y que veremos que eran muros infranqueables. Ese
gran muro es la libertad humana para resistirse de un modo definitivo.