Domingo de Ramos. A la
misa solo han venido dos personas. En este tiempo de vacaciones, casi todo el mundo
se marcha se viaje. Al menos, entre los tres, hemos leído la Pasión. Los tres
en el ambón, no había nadie más.
Como estamos en Semana Santa,
he dado la comunión por intinción. He buscado una mezcla de vino adecuada para
que al mojar la forma en el Sanguis la mancha tuviera el color lo más parecido
a la sangre. El vino tinto le daba color rojo, pero tomaba más realismo con un vino
muy negro, un Pedro Ximenez, además de que le daba más densidad. Al mojar el
pan tan blanco, realmente tenía el color de la sangre.
Como estaba en el hospital, he grabado la procesión de Ramos en el Vaticano, y la he visto durante mi almuerzo, uniéndome a ella en la distancia.
En un control de la
tercera planta, me han invitado a un bombón. Cosa que he agradecido. Que rico
me ha estado.
En la segunda planta, le
he preguntado a una mujer qué hacía, pues estaba trabajando afanosamente en su
ordenador. Con mucha gracia me ha contestado: “¡Ayudar a aprobar a mi hijo!”.
Nos hemos reído a gusto. Pero sí, allí estaba la madre haciendo el trabajo.
En otra planta tenemos un
militar. A los militares ancianos, al entrar en la habitación, les saludo con
un “a sus órdenes, mi comandante”. Estos soldados con edad sienten el Ejército
como una vocación, aman la carrera de armas. Para ellos no es un trabajo, sienten
la llamada, es todo un modo de vivir. Nunca he sentido tal vocación, pero los
respeto profundamente.