jueves, septiembre 17, 2020

—Padre Fortea, ¿un poco de queso del monasterio? —Un poco no, me llevo cinco.

 


Hoy, leyendo una autobiografía, he descubierto que cierta persona es muy friolera y que lleva siempre pijama largo debajo de los pantalones. No me extraña, conozco a una médica que, en invierno, siempre lleva ropa especial, debajo de la ropa normal, para mantener el calor.

Es curioso, mi temperatura normal ya dije que va de los 35,4º a los 35,9º. Al levantarme, es incluso más baja de los 35º. Lo interesante es que siempre estoy cómodo en las noches de invierno en que estamos varios grados bajo cero. Puede hacer varios grados bajo cero, los paseos suelen ser de una hora y cuarto, pero solo siento que hace frío en los carillos de la cara, en las orejas. Rosados y fríos mis mofletes, muy rosados, pero mi cuerpo completamente caliente y perfectamente cómodo.

Por eso me llamó la atención la cita de esa autobiografía: vivir con frío.

Hace años que dejé de usar jersey y pantalones de invierno. En realidad, los usaba porque la ropa me la compraba mi madre. En cuanto se han ido deteriorando, (han tardado una cantidad increíble de años), toda la ropa que compro es de verano. Incluso los calcetines que uso todo el año son lo más finos posibles.

Menos mal que no me afecta mucho el calor, salvo para dormir por la noche. También he comprobado que sudo bastante menos que los demás. Ya lo he dicho otras veces que no siento frío en la calva.

Una última curiosidad, en las comidas solo bebo agua. La tomo del tiempo, del grifo. Pero cuando estoy en un lugar como una pizzería, me gusta lo más fría posible, completamente llena de hielo. En mi casa no tengo cubitos de hielo. Pero cuando estoy fuera y me dicen si quiero un cubito de hielo, pido por favor que me llenen el vaso de cubitos. Me encanta el agua helada y no veo que afecte a mi garganta. En mi casa, lo que sí que tengo es un bote de agua muy fría que suelo tomar después de las comidas o las cenas.

Hoy el post ha tratado del frío y el calor. Me ha dado por ahí. Disculpad. Ah, se me olvidaba: En invierno, abro la ventana de mi dormitorio antes de acostarme. Mínimo 20 minutos, con la puerta cerrada para que se enfríe bien la habitación. Y eso que, en mi dormitorio, la calefacción está apagada todo el año. A veces, la cama está tan fría que tiemblo con fuerza. Pero la sensación de calor posterior es una de las sensaciones más agradables que existen.