miércoles, septiembre 30, 2020

Parque Jurásico en versión más barata, pero con el mismo terror

 



Por la mañana, he seguido trabajando en mis inacabables tomos sobre san Pablo. Llevo una semana aprendiendo todo lo que puedo sobre los misterios órficos, dionisiacos y eleusinos, también sobre el mitraísmo. En esa época había de todo en el imperio romano, incluidas algunas influencias budistas. Testigos de Jehová no había.

Al final de la mañana, he grabado un sermón sobre los ángeles en el Apocalipsis. Di, ayer, una conferencia en un seminario de Honduras sobre el mismo tema. La de hoy era la segunda parte. Después de un saludable almuerzo de pan tostado con aguacate y sardinas, seguido de un yogurt cremoso de frutas tropicales, me he dado un paseo junto al río.

Un delicioso y largo paseo con un lector mío que me ha venido a ver. Me gustan las visitas y llamadas de los lectores.

Qué bonito está el campo en este comienzo del otoño, tan lleno de luz, con una temperatura perfecta. En el río Henares hay patos, pero ahora observo que hay un trecho que lo han colonizado las garcetas, tan bonitas y tan blancas. Es una delicia pasear fijándose en los tipos de cantos, en las clases de árboles fluviales.

Ayer fui a concelebrar a la Basílica de san Miguel en Madrid, ¡qué sagrario tan bonito! Me quedé extasiado contemplándolo. No he encontrado fotografías bonitas en Internet para que lo veáis.

Quiero especificar (para daros ideas) que las sardinas que comí son unos filetes de sardina marinados que parecen completamente anchoas, solo que un sabor mucho mejor. Son deliciosas y se pueden tomar los viernes de cuaresmas. Yo las compro en Hipercor, no las he encontrado en otro lado. Se llaman Anchodinas. Acabo con un chiste:

—¡Estás obsesionado con la comida!

—No sé a qué te refieres croquetamente.