martes, septiembre 27, 2022

Foto de una madre y una hija en la misma habitación

 

La foto no es del hospital donde yo trabajo. He querido aclararlo. 

Después de mi almuerzo, tenía encendida la televisión y emitían la película John Q, acerca de un padre que hace un secuestro en el hospital para forzar que pongan a su hijo en una lista de trasplantes cardiacos. No he visto entera la película, solo unos minutos.

La primera cosa que me ha llamado la atención es que cuando trabajas en un hospital, la historia te toca mucho más el corazón que cuando era párroco en una iglesia. De algún modo todo ese ambiente pasa a ser más cercano, más próximo. También hay detalles que no son creíbles por el hecho de trabajar en ese ambiente. Por ejemplo, en cuanto dijo el número de trasplantes de corazón que hacía ese hospital al año, al instante te das cuenta de que había una discordancia entre el tamaño de su sala de urgencias y un número tan alto de intervenciones de ese tipo. La entrada a urgencias tampoco tenía sentido. Ni en los años 60 eran así. Los detalles no verosímiles se acumulaban, aparecían al instante, sin pensar en ellos.

Algo de lo que puedo dar fe es que, con contadísimas excepciones, el modo en que los familiares afrontan la muerte de un ser querido es muy digno. En las películas, existe la tendencia a “crear escenas”. En la realidad, tanto el mismo paciente como sus seres queridos actúan con gran dignidad. Sufren, lloran, pero con entereza.