Ha vuelto a pasar: otra
cara de Carlos III. Si yo fuera él, haría de esto mi sello personal. Es decir,
en cada acto público pondría, en algún momento, cara de enojo contenido. Los
presentes no sabrían el cuándo, pero no tendrían duda de que antes o después el
trueno de la real ira iba a aparecer.
Unas veces puede ser la
tinta de una pluma, otra que el cojín del sillón está duro, otra que la cara de
una señora me produce enfado. El estilo del short thunder of royal
anger habría que depurarlo, evolucionaría, acabaría teniendo un estilo
propio.
Por supuesto debe ser
breve, como hasta ahora. Esto no es Orson Welles destrozando la habitación de
esposa en Ciudadano Kane. No, no, se requiere que sea fugaz como un
parpadeo, pero impactante como un golpe en la mesa.