Ya es hora de que alguien lo diga con total claridad: los doctorados
honoris causa son un fraude.
Aviso a los lectores: Algunos doctorados honoris
causa son merecidos. Algunas universidades son más serias en la concesión de
este honor.
Hecho el aviso previo de rigor, del tipo lea antes el prospecto del medicamento, paso a decir públicamente
algo de lo que nunca se habla: los doctorados hon
oris causa suelen darse con el
único propósito de que la universidad salga en los medios de comunicación. Esta
es la regla general, pero también son muy frecuentes los doctorados honoris
causa otorgados a presidentes de bancos (porque tienen fundaciones) y a los
politicos (porque dan dinero).
Salvo en los casos en los que el móvil de la concesión es el dinero, ese
honor se otorga al que ya es famoso y no lo necesita para nada, puesto que su
obra ya ha sido ampliamente reconocida. Ojo, digo “ampliamente reconocida” no
he dicho que el agraciado sea el que más lo merezca en su campo, por supuesto
que no. Los doctorados honoris causa, por sistema, se conceden en razón de la
fama. ¿Ser uno de los mejores en un campo de la ciencia ha tenido alguna vez
que ver con este tipo de honores pensados para la prensa?
Esta falta de búsqueda del mérito entre los candidatos es lo que hace
que si el interesado cae en desgracia por algún delito, el claustro se reuna y le
retire ese doctorado. Vamos a ver, si uno es el mejor en matemáticas, en
arquitectura o en medicina, me da lo mismo si es un hombre moral o amoral. Tal
vez no lo acepten en el seminario o en un convento, pero me da lo mismo a
efectos de un reconocimiento académico.
¿Pero qué tiene que ver su vida moral con la preeminencia en un campo de
la ciencia? Como si le da por asaltar diligencias; una cosa serán sus conocimientos
de química molecular y otra que torturó hasta la muerte a una ancianita.
Cada vez que retiran un doctorado honoris causa, les diría: “Por favor,
que esto es una Universidad, no la Legión de María ni una cofradía”.
Claro que ellos te contestarían, y con toda razón: “Lo otorgamos por
razones injustificadas, y lo retiramos con la misma arbitrariedad”. Sí, sí, y
les contestaría que no hay nada que objetar.
¿Y qué pienso cada vez que una universidad católica le otorga este tipo
de distinción a un cardinal? Pues lo dejo a vuestra imaginación.