El post de ayer vino
motivado por la noticia de que se le retiraba un doctorado honoris causa a
Rupnik. Esta noticia llovía sobre mojado. Ya me había enterado de que al famoso
artista le habían retirado un encargo en firme que ya tenía. Y la de otras
suspensiones de obras que no nos habremos enterado.
Todas estas “cosas”
muestran el catetismo artístico de los que le encargaban los mosaicos. Los que
toman esas decisiones no deben saber mucho de la vida privada de Leonardo o de
Miguel Ángel. A ver si nos enteramos: que una cosa es la vida espiritual y otra
la capacidad artística.
¿Acaso no conocía yo la
tormentosa vida sentimental y etílica de Richard Burton cuando interpretó a
santo Thomas Becket? Hizo una interpretación memorable, dio vida y personalidad
al personaje.
Por el lado opuesto, ¿acaso
no sabía yo la bondad de la vida de ciertas personas de España que hicieron
cierta película religiosa? Sí, eran muy buenos, pero la película era un
desastre.
Sí, a veces el hombre
recto es un mal artista (estoy pensando en un nombre en concreto); y el fauno
es un gran artista.
Algunos deben pensar que
los que erigieron las formidables catedrales góticas eran varones de vida
angélica, y que por eso salieron tan bonitas.
No voy a dar nombres,
pero pienso en cierto “clérigo” que le hizo un encargo a Rupnik. Estoy seguro
de que ahora ya no sabe si su obra es bonita o no lo es, si le ayuda a orar o
no le ayuda. Ese clérigo es el tipo de persona que le enseñas un cuadro y si le
preguntas si le parece bonito, te dirá que no puede contestar hasta saber quién
lo ha pintado. ¿Ese tal siente alguna duda cuando reza los salmos de David y
Salomón?
Si contemplara la obra de
un gran pecador, grandísimo, que hiciera grandiosas obras a la gloria de Dios,
pues alabaría al Señor que otorga sus dones a quien quiere.