Iba a hacer un post
ligero hoy, pero increíblemente ayer los comentarios todos fueron en torno al
tema que proponía a debate. He leído todo lo que habéis dicho y no me resisto a
escribir algo más y escucharos.
Mac escribía:
Y la
tendencia es ir a peor. Es lo que tiene el "prohibido prohibir.
Creo que estaremos de
acuerdo que en una sociedad hay que prohibir lo menos posible. Pero si eso es
así para todos los campos, mucho más delicado para la libertad es cuando
prohibimos partidos políticos y formas de pensar.
Lo que proponía era nunca
se prohibiera nada en cuanto a ideología y que sea la necesidad de mayorías
cualificadas durante muchos años (nunca menos de quince) la que haga la labor
de barrera frente a la voluntad del pueblo. La verdad es que si en una sociedad
un partido es hegemónico durante muchos años, logrando siempre más del 70% de
los escaños del parlamento, veo casi imposible que esa fuerza política se
resigne a esperar unos quince años a que se mueran de viejos los senadores y
los jueces. Resulta claro que mucho antes tratará de saltarse las normas
comunes de obligado cumplimiento que conforman la constitución.
Por eso, el EPI (ya
expliqué qué era) debe ser una especie de cuarto poder. Las EPI incluyen las
fuerzas de antidisturbios, también cuerpos muy especializados de investigación,
etc. Soy muy consciente de que los estados mayores han sido fuente de
dictaduras a lo largo del siglo XX. Pero tampoco pienso que la solución sea
poner ese “cuarto poder” en manos del poder ejecutivo sin restricciones
efectivas.
Es cierto que todos los
ejércitos de las democracias anteponen la carta magna a la obediencia al
presidente de la nación; pero si el presidente hace los nombramientos de la
cúpula militar con total libertad, el resultado es predecible y lo hemos visto
ya en varios países.
Dicho de otro modo, comparad
el peligro de un golpe de Estado por parte de unos generales contra todas las
instituciones constitucionales, frente a un golpe de Estado del presidente con el
Estado Mayor. Este segundo es más peligroso y hoy día más frecuente.
Este segundo tipo de
golpe de Estado, el que podríamos llamar “golpe institucional” si se consuma,
significa que tiene de su lado a la mayoría del congreso y del pueblo: por eso es
tan peligroso. De ahí que la constitución deba protegerse, sobre todo, contra
esa conjunción. Y el modo es dotando a la EPI de una cierta autonomía en caso
de que, de forma colegial, concuerden en afirmar que alguna orden no es
adecuada a la constitución. Por ejemplo, cuando el presidente ordena a los servicios
de inteligencia que investiguen a un partido de la oposición.