Estas son algunas fotos de los santuarios que visité,
de la familia con la que me hospedé (son un cielo), de la lancha en la que me
subí (se me ve la cabecita), de las religiosas que nos dieron de almorzar.
De la familia que me hospedó solo puedo decir que
tengo una deuda de gratitud. No pudieron ser más amables, más generosos, más
sacrificados. La familia de la que hablo es una familia amplia. Hasta los animales
que hay allí participan de ese cariño reinante. Los dos perros sí, el periquito
no era muy efusivo en su cariño. Menos mal que ni siquiera intenté acariciarlo
con el dedo.
Puesto a recordar, dejo constancia que conocí a un
joven franciscano que era la alegría personificada. Tenía el don de la alegría:
siempre haciendo comentarios graciosos, siempre haciéndonos reír con sus inteligentes
ironías. Hay personas que son así: expanden alegría y buen humor allá donde
están. Son dones de Dios, porque otras personas, por el contrario, allí donde
están hay que tener paciencia.
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He escuchado a Daniel Ortega hoy. Pobre Nicaragua.
¡Pobre país! Lo que le espera en manos de ese hombre. Lo lógico es que con la
edad hubiera aprendido. Al derrumbarse sus ideales comunistas, al conocer otras
naciones, debería haber ganado en reflexión. Pero no, es un monstruo cruel, que
Dios se apiade de él. Dejó el Poder, debería haber aprendido. Me parece
incomprensible que no haya aprendido. Es como si Hitler visitara el futuro
durante veinte años, regresara e hiciera lo mismo que hizo. Daniel Ortega es un
caso interesante para alguien que pudiera escribir una biografía profunda y
analítica: ¿qué hay dentro de su cabeza?
Pero sí, he conocido en mi vida a personas sin Poder
pero que eran insoportables, egoístas y que no cambiaban con el paso de los
años. Personas encerradas en su pequeña celda mental de hastío y maldad. Una celda
angosta pero de la que no querían salir de ninguna manera. Viven en esos
cubículos toda la vida y querrían que todos sus semejantes vivieran en
prisiones. El estado ideal de la sociedad para ellos sería el de una inmensa
prisión. Los he conocido, pero no tenían Poder. Que Dios se apiade de
Nicaragua.