El diecisiete de octubre, décimo día del viaje,
tomamos bien pronto un vuelo a Estambul. Allí deambulamos por la terminal dos
horas hasta tomar el vuelo de regreso a Madrid. Una bella, espaciosa y
modernísima terminal la de Estambul. Mucho mejor en cuanto a tiendas,
restaurantes y comercios que la terminal 4 de Barajas. Además, no solo era una
cuestión de lo que ofrecía, su diseño superaba en mucho a la de Barajas en el
aspecto de ser un lugar agradable para estar varias horas. La gran terminal de
Madrid resulta mucho más fría.
Le doy gracias a Dios por un viaje que ha sido un
regalo suyo. Fui con la idea de redescubrir el cristianismo, de redescubrir mi
fe. Esa fue mi idea central. Lo emprendí como un viaje que me dejaría muchos
momentos, en el autobús, para orar, para leer, para meditar. Gracias, Señor,
por este viaje que, desde el principio, quise que fuera una auténtica
peregrinación, aunque estuviera atravesada por muchos agradables momentos de
turismo.