Estoy recién llegado de mi quinto viaje a Paraguay. Han
sido casi dos semanas de viaje. Solo pude “descansar” dos días de mi largo viaje
en Turquía, pero ni estaba cansado de mi primer viaje ni lo estoy del segundo.
Si ahora tuviera que hacer las maletas para un tercer viaje con dirección a
Japón lo haría con gusto.
No tengo alma de viajero, amo las rutinas de mi casa,
de mi ciudad, de mi trabajo pastoral; pero no me estresan los viajes. Y os
aseguro que no es lo mismo dejarse llevar de un viaje que estar dando charlas cada
día. Hubo algún día de tres charlas de una hora más el sermón de la misa. A eso
hay que incluir el viaje al lugar, a menudo en el mismo día; viaje de ida y de
vuelta. Y el estar rodeado de gente acabadas las charlas, algo que incluye la
comida del mediodía. Y peor si uno va vestido con sotana en medio de una temperatura
subtropical. A mí eso no me afecta, pero entiendo que a algunos predicadores
este continuo estar rodeado de gente les canse psicológicamente. Insisto, no es
ese mi caso.
No es fácil resumir bien medio mes de estancia en
Paraguay. El afecto de la gente. ¿Cómo describir el cariño de la gente que me
ha escuchado en la distancia o me ha leído? Me encanta bendecir a las personas.
Tampoco me extraña que algo sobrenatural ocurra en esas bendiciones. Si algo ha
ocurrido, ha sido por la fe de ellos. La inmensa fe de las personas sencillas, en
verdad, obra milagros.
He grabado muchas de esas charlas. Todas aquellas que
tengan un audio aceptable las colocaré en mi canal. De manera que podréis
escucharlas.
No quise casi firmar libros. Dedicar un libro no lleva
demasiado tiempo, pero escribir cuatro líneas en muchos libros sí que lleva
tiempo. No pude acceder a esa petición. Pero en Paraguay deben correr infinidad
de selfies: individuales, en grupo, en serio, en broma, haciendo caras.
Lo más reseñable de este viaje fue la familia con la
que me hospedé. Siempre respeto la intimidad de las personas, así que no
mencionaré nombres, pero la esposa de la casa era una gran matriarca que
ejercía su bondadosa influencia sobre todo un extenso clan. En un almuerzo o en
una cena normal estábamos sentados a la mesa unas nueve personas; algunos días,
el doble. Hijos, nietos, un bisnieto. Su bondadoso marido, algo mermado en su
memoria por la edad, me quiere mucho las dos veces que me he hospedado en mis
últimos viajes.
Me quiere mucho, más de lo que merezco, incluso el
servicio de la casa. Entre ellos no puedo dejar de mencionar a la joven, bella,
inteligente y servicial Leticia.
No voy a mencionar a nadie más por su nombre. Pero sí
que haré una graciosa referencia a la persona que me llevó la agenda esos días.
Con el tiempo descubrí que es una fan de Mickey Mouse y que siempre viaja a todos
los hoteles con su almohada. (Esta era una costumbre del político Fraga
Iribarne.) Este tipo de curiosidades hacen a las personas más humanas, más
simpáticas.
En mis viajes no suelo publicar fotos con personas, a pesar de estar siempre rodeado de gente todo el día. Si ellos quieren publicarlas, me parece muy bien. Pero prefiero pasarme de prudente al proteger la intimidad de la gente. Pero el mono tití de mi hombro no tuvo ningún incoveniente.
Mañana contaré mi viaje a las Cataratas de Iguazú.