sábado, junio 25, 2022

Ayer fue un día de una alegría que no conocía desde hacía años



Esta preciosísima estatua se titula La contemplación de la Justicia. Esta mujer, meditativa, en su mano tiene una representación de la Justicia vendada y apoya su brazo en un libro de Derecho. Cabe preguntarse ¿quién es la que medita acerca de la figura? ¿La justicia concreta? ¿El sistema judicial de una democracia? Que yo sepa nunca se clarificó ese punto.

Ayer fue un día de inmensa alegría. No pensé que llegaría a ver una sentencia del Tribunal Supremo como la que leí ayer. Estuve escuchando el verso Glory, glory, hallelujah y el resto del poema durante horas, como música de fondo.

Por otra parte, es una alegría en una situación de progresivo deterioro moral general que sigue su curso. Un bando que tiene perdida la guerra puede ganar una importante batalla, pero hay situaciones de no retorno. Estamos en mitad de un proceso de inexorable avance de la futura hostilidad pública hacia la Iglesia.

Con todo lo que me alegra esta victoria, reconozco que el retroceso general es inexorable. Creo que, en Estados Unidos, va a haber grandes victorias contra el aborto en los próximos años, y que vamos a tener muchas más alegrías. Pero esa sociedad sigue su camino de cambio, su camino hacia la apostasía.

Esta inmensa victoria va a dar tantos ánimos que va ser causa de próximas victorias. No obstante, la guerra la veo perdida ante la apostasía general. La batalla ya no es tanto contra el aborto, sino, en el fondo, contra el cristianismo. El aborto es un campo de batalla en una guerra espiritual más amplia: ¿cuál será el alma de las democracias del siglo XXI?

Se trata de una guerra no por ganar un territorio material, sino por conquistar el alma espiritual no ya de un pueblo, sino de toda una civilización.

Esta guerra espiritual se lucha con armas espirituales: la oración, el buen ejemplo, la caridad, la proclamación de la Palabra de Dios. Pero por más que trabajemos y nos esforcemos, el campo de la política, de los medios de comunicación y de la intelectualidad están perdidos. Podemos tener victorias parciales, pero el proceso es muy profundo y con características que lo vuelven irreversible a estas alturas.

La inexorabilidad puede parecer que es un pensamiento que es contrario al sentido cristiano de la la libertad. Pero recordemos que usamos esa palabra no en un sentido absoluto, sino según el sentido común. Por supuesto que no es absolutamente imposible que el apostolado vaya transformando todas nuestras sociedades. Ahora bien, hay guerras en las que el sentido común indica que ya están perdidas, aunque la derrota final llegue tiempo después.

Así hay que leer los pasajes en que Jeremías ya no aconseja la defensa de la Ciudad Santa a los hierosolimitanos.

Then the Lord said to me: Though Moses and Samuel stood before me, yet my heart would not turn toward this people. Send them out of my sight, and let them go! (Jeremías 15, 1).

Sí, el pueblo judío en el reinado de Joaquín y Jeconías había llegado al punto de no retorno. Estoy convencido de que Europa se convertirá en la sede del Anticristo. En una liga de naciones bajo una ideología que será un nuevo fascismo, una gran dictadura con todas las apariencias democráticas. Sabremos que esa dictadura ha llegado cuando veamos varios signos, signos dados en las Escrituras. Uno de ellos será ver cómo se revuelve con toda saña contra el cristianismo. También habrá, ¿cómo no?, un líder absoluto, indiscutible, con todos los poderes: un Putin en versión europea.