domingo, junio 19, 2022

George Orwell o el arte de enmendar tarde y poco

 

Un amigo mío me ha pasado un artículo acerca de la decencia de George Orwell. En él se hablaba de esa característica: la decencia de este autor. Nada tengo que decir ni a favor ni en contra de tal virtud, pero voy a añadir un dato. Ese hombre vino a luchar a favor de la república a España, en la guerra civil. Narra lo que vivió en mi tierra, la comarca de Barbastro. Justo en la parte del libro en la que se detiene en Siétamo, una aldea por la que he pasado infinidad de veces camino del pueblo de mis abuelos, escribe lo siguiente en "Homenaje a Cataluña":

Me sorprendió que la gente de esa región de España careciera de genuinos sentimientos religiosos, en el sentido ortodoxo. Durante toda mi estancia nunca vi persignarse a ninguna persona, a pesar de que ese movimiento llega a hacerse instintivo, haya o no haya una revolución. 

Evidentemente, la Iglesia española retornará (como dice el refrán: la noche y los jesuitas siempre retornan), pero no cabe duda de que con el estallido de la revolución se desmoronó y fue aplastada hasta un punto que resultaría inconcebible incluso para la moribunda Iglesia de Inglaterra en circunstancias similares. 

Para el pueblo español, al menos en Cataluña y Aragón, la Iglesia era pura y simplemente un fraude sistematizado. Y es posible que la creencia cristiana fuera reemplazada en cierta medida por el anarquismo, cuya influencia está ampliamente difundida y que, sin duda, posee un matiz religioso.

Estas líneas son impresionantes. ¡Que carecía de sentimientos religiosos! ¿Que se desmoronó? Increíble. Este señor tenía treintaitantos años, no era un jovencito inmaduro. ¿Y no se dio cuenta de las matanzas que habían tenido lugar en esa comarca que recorría? No dejaron con vida ni a los seminaristas. En esas tierras que recorre y en la que no encuentra sentimientos religiosos, habían muerto como mártires más del 90% del clero. Todos ellos de un modo glorioso, sin una sola apostasía que los otros ya se hubieran encargado de publicitar.

La Iglesia se desmoronó… Escribió que se desmoronó como si fuera un acto impersonal, como un acto natural, como un árbol que se cae, como si empieza a llover. Se desmoronó. Como si un asesino en serie escribiera que sus víctimas estranguladas cerraron sus ojitos y se durmieron.

Él estuvo en medio de todo eso ¿¿y no se dio cuenta de nada?? ¿En serio? ¿Pero es posible? Desde luego, en vano encontraremos en todo su libro la más pequeña muestra de compasión hacia los cristianos martirizados, ni una sola palabra de piedad hacía las muertes, mutilaciones y torturas que sus compañeros de armas infligieron a personas por el hecho de ser católicas.

Orwell era un fanático comunista-anarquista. ¿Qué pensamos de los colaboradores del nazismo? ¿Qué pensamos de los que se inscribieron libremente en el partido nazi? ¿Por qué damos un tratamiento distinto a los comunistas prosoviéticos esa época, a los demonios anarquistas, a todos los marxistas que alardeaban de sus atrocidades? En esa época, para mí, ser un afiliado al partido comunista es moralmente equivalente a ser un afiliado al partido nacionalsocialista.