miércoles, junio 08, 2022

Vaya, ¡qué composición!

 

La foto es ganadora de un premio Sony de 2018. Como siempre que comienza el mes de junio, desayuno un cuenco de cereales con hormigas. Me someto a las inclemencias estacionales con resignación. Son unas hormiguitas muy pequeñas, simpatiquísimas. En serio que les he cogido cariño.

No les gustan todos los cereales, no. Como los niños, van al trigo inflado con miel. Este sabor les pirra. Puedo asegurar que no añaden ningún tipo de sabor. En los copos de maíz sin azúcar nunca encuentro una sola hormiga, a pesar de estar cerrados al lado.

Ya se ve que las dobleces de la bolsa de plástico y las dos pinzas no son obstáculos para estas briznitas de vida tan perseverantes, tan trabajadoras, tan humildes. Las chinches del colchón no tienen admiradores. Las hormigas, sí.

Especialmente durante el verano, el primer plato de mi almuerzo y cena, con mucha frecuencia, es un batido. Una ciruela madura, de esas que chorrean jugo al morderlas. Normalmente de color negro. Dos albaricoques pequeños. Son tan bonitos con su color naranja. Su tacto es aterciopelado. Y una nectarina. Toda la fruta tiene que estar en su punto de madurez. Lo ideal en esta receta es poner fresas. Le dan un sabor inigualable. Pero solo las hay hasta mediados de mayo.

Esta fruta la condimento con una generosa cantidad de canela en polvo, y algo de jengibre. Le pongo kéfir (lo hago yo mismo) o en su defecto algún yogur cremoso. Se bate bien y el resultado es delicioso. No necesita que se le añada nada de azúcar. La fruta natural ya tiene la suya propia.

Esta es una manera agradabilísima de tomar mucha fruta todos los días. Ideal para los niños y para el padre Fortea.

Si vienen visitas se le puede poner un cuadrado de chocolate negro o una cucharada de helado de vainilla, antes de batirlo.

No lo pretendía, pero hoy me ha salido un post totalmente happy flower.