domingo, enero 22, 2023

Los oblatos en los monasterios

 

Ayer recibí este correo:

Padre Fortea, espero se encuentre muy bien.
Mi nombre es (…), tengo algunos años con la intención de ingresar a un monasterio de clausura. Desde niño me he imaginado en un lugar tan apacible entre montañas y alejado de todo el ruido y distracciones mundanas. También de pequeño escuche una ocasión a unos familiares hablar de monjes que vivían muy lejos de todo y todos y dedicaban su vida a rezar todo el tiempo para “sostener La Paz del mundo”. 

Me quedo grabado ese comentario porque se me hacía una gran devoción dedicar su vida a rezar todo el tiempo… como niño que era, no cabía en mi cabeza que hubiera quienes solo hicieran eso… sin hacer algo más… lo pensé muy extremo y así quedó en mi cabeza.
La soledad me llena de paz, desde siempre y hasta el día de hoy, con 50 años de edad … mi convicción es permanecer en soltería.

A mis 45 años leí del monasterio de (…), que invitaban a una experiencia monástica, solo que estaba pasado en la edad… aún así les escribí y me invitaron a visitarlos. Lo lamentable es que vivo en (…), y en ese entonces no se dieron las condiciones para poder desplazarme y vivir esa gran oportunidad que me daban.

Padre, usted cree que aún tenga la oportunidad de poder dedicar mi vida al monasterio ? He tenido la intención de volver a escribirles a los monjes de (…), pero me siento apenado pidiendo nuevamente algo que ya me habían ofrecido y no tomé.

Me gustaría escuchar su opinión y orientación… si aún pudiera intentarlo y sobre todo por mi edad… o si existiera algún monasterio al que pudiera ingresar y dedicar mi vida a Dios.

Le contesté dándole mi opinión favorable, pero advirtiéndole del hecho de que los monasterios suelen ser muy estrictos a la hora de aceptar postulantes que superen los 45 años de edad.

A lo largo de los años me he encontrado con un cierto número de personas que querrían acabar su vida en un monasterio, pero por razón de la edad ya no podían ser admitidos.

Esto me ha llevado a pensar cuál podría ser la solución, que es la que sugiero abajo.

♣ ♣ ♣

Hay que animar a los monasterios a estar abiertos a recibir a cuantas más personas mejor. Es muy bonito ver un monasterio lleno de vida, con un coro repleto de personas alabando a Dios.

Hay que potenciar la figura del oblato. Paso a explicar las características prácticas con las que yo potenciaría esta figura. Hablo de lo práctico, no del contenido espiritual.

Un oblato sería alguien que puede salir del monasterio cuando lo desee.

Dentro del monasterio vive en todos los aspectos como un monje. Fuera del monasterio vive como un laico normal.

El oblato puede tener su trabajo o estar jubilado. Todo el tiempo que no esté trabajando, puede vivir dentro del monasterio: sea partes del día o sea durante sus vacaciones laborales: verano, fines de semana. Un monasterio benedictino urbano facilitará que los oblatos tengan su puesto de trabajo cerca.

Los oblatos vestirán una túnica amplia con capucha, sin escapulario ni cinturón. Pero solo dentro del perímetro del terreno del monasterio. Fuera vestirán como cualquier laico. Los monjes ponen sus manos sobre el cinturón, bajo el escapulario. Los oblatos las pondrán sobre su cinturón por las aberturas de su túnica.

Los oblatos colaborarán con parte de su sueldo o de su jubilación a los gastos de la casa. Pero esta colaboración será siempre libre, sin tener que dar un porcentaje. La autoridad del monasterio puede establecer una cantidad mínima de colaboración si se ve conveniente, que no tiene por qué ser igual para todos los oblatos.

Lo mismo que el oblato puede abandonar el monasterio cuando desee, así el monasterio puede pedirle que vuelva a vivir en el mundo o, incluso, que no entre en la clausura.

Mientras esté dentro del monasterio la obediencia debe ser perfecta. Uno entra en la clausura para vivir como un monje.

El monasterio admitirá como oblatos a las personas por ancianas o enfermas que estén. Pero se dejará claro que si la vejez o enfermedad de la persona supusiera una carga excesiva para la comunidad se le invitará a buscar una residencia adecuada a su estado.

Comentario: Lo lógico es que los ancianos y los enfermos puedan vivir allí hasta el final de sus días, el monasterio como residencia final. Ahora bien, esta cláusula es necesaria, pues más allá de un cierto número de oblatos enfermos la carga asistencial de los oblatos puede ser vista como un peso que alteraría la vida normal del monasterio. Yo no lo veo así. lo mismo que en otros tiempos el trabajo era tener rebaños o cultivar campos, ahora puede ser atender a ancianos. Pero como esta labor puede ser vista con temor por la comunidad, esa cláusula les ofrecerá una moderada confianza en que siempre podrán tener control de la situación.

♣ ♣ ♣

Como se ve, en esta reforma que propongo, una comunidad de diez monjes podría tener unos diez oblatos viviendo dentro del monasterio. Tampoco pasaría nada si fueran el doble. Unos serían oblatos internos (viviendo todo el tiempo dentro) otros serían oblatos externos (yendo solo fines de semana o en vacaciones).

Es cierto que existe el temor de que los oblatos se conviertan en una causa de secularización de la comunidad. Es decir, que el ambiente de ascetismo, silencio y renuncia que debe existir en un monasterio se agüe. El peligro existe, de ahí la necesidad de una verdadera formación de los oblatos, de que se les deje claro que uno entra para vivir como un monje.

¿Entonces por qué no hacerse monje? Para unos esa decisión definitiva les aterra. Pueden vivir dentro, pueden vivir el día a día. Pero la idea de la decisión definitiva es superior a sus fuerzas.

Otros se ven incapaces de vivir en una castidad perfecta. La figura de la oblación les ayudaría a vivir en castidad, puesto que vivirían en el mejor ambiente posible; pero no les impondría una condición a lograr algo que han intentado y no han logrado.

Pueden ser oblatos personas casadas separadas. Incluso –y esto puede parecer increíble— se podría admitir a ateos y personas de otras religiones. Puede haber un ortodoxo que desee vivir en un monasterio católico, incluso habiendo monasterios ortodoxos no lejanos. Puede haber un ateo que con honestidad reconozca que no cree en la otra vida, pero que le fascina la idea de estar en un monasterio. Yo creo que en ese caso Jesús diría: “Aceptadlo. Especialmente a él es al que debéis acoger, pues es al que más bien le hará estar aquí”.

En esta organización, una gran abadía podría tener este tipo de moradores, voy a poner un ejemplo concreto:

20 monjes

10 oblatos

5 huéspedes

7 donados

Los donados pueden ser ancianos que quieran vivir allí sus últimos días. Son atendidos por los monjes y oblatos. No tienen ninguna obligación y solo desean ser llevados a la iglesia para asistir a los oficios, y vivir entre monjes.

Una abadía así estaría llena de vida. Las aportaciones de los jubilados pasarían a ser la mayor fuente de ingresos.

El lugar ideal de una abadía de este tipo sería la ciudad, y mejor colocar la abadía totalmente anexa a la catedral, ocupándose los monjes y oblatos de los oficios. Lo mejor sería hacer el proyecto de la catedral integrando en ella la comunidad. También pienso que este tipo de comunidad catedralicia debería tener como superior al obispo de la diócesis. Es decir, los gastos de la creación del monasterio podrían recaer en la diócesis, para así llegar a tener una gran abadía diocesana adonde derivar las vocaciones a la vida monástica, pero esto solo podría ser así si el obispo tiene plena jurisdicción sobre la comunidad. De esta manera, la vida cultual de la catedral y la comunidad serían una perfecta armonía. De esta manera, también los gastos y los ingresos que se puedan producir serían administrados en concordia con la catedral en la que se integran. El monasterio sería diocesano y la intervención episcopal sería plena.

No hace falta decir que una catedral de este tipo lo mejor es que tuviera un monasterio masculino y otro femenino. Unidos a la catedral, con sus dos huertos, pero con sus clausuras totalmente independientes.