domingo, agosto 09, 2020

La cara del padre Fortea al mirar su novela sobre san Pablo

Tras superar el coronavirus, me tomé la temperatura corporal durante tres meses para saber cuál era mi temperatura normal. Nunca me la había tomado estando sano. Los resultados son claros. Al levantarme rondo los 35º. Algunos días, al levantarme, tengo 34.5º. Durante el día, va subiendo. Por la noche, alcanzo una máxima de 35.9º. Pero, alguna vez, sube unas décimas por encima de ese techo.

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Hoy he hecho una visita al supermercado. Mi queso favorito es el camembert. Cuanto peor huela, más le cambia el sabor a mejor, a más intenso. Otro queso que me gusta mucho es el Chaumes de corteza naranja; otro queso que también huele a repámpanos. La cocina entera se llena de su olor hasta que lo acabo. Un buen queso con un buen pan crujiente de masa madre es un gran placer y que no requiere mucho tiempo.

También he comprado un salami bien curado y lonchas de bacalao ahumado y después marinado con eneldo. Como estoy seguro de que la economía se va a ir al garete, me he montado este homenaje antes del hundimiento.

Dentro de diez años, estoy seguro de que saldré feliz si he conseguido un poco de salsa de tomate.

Ah, también me he comprado varias tabletas de chocolate relleno de mouse de avellana, un chocolate sin azúcares añadidos; lo pueden tomar hasta los diabéticos y eso que es chocolate con leche, como a mí me gusta. El negro es demasiado intenso.

Este chocolate vale lo mismo que las tabletas normales, ¡lo mismo! Lo difícil es saber dónde lo venden. En esta ciudad, solo allí. (Este no es un post patrocinado.)

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Gracias, Peregrino, por los datos que me enviaste sobre la Rebelión de Bar Kojna. La escena de la destrucción del Templo será una visión en mi novela de san Pablo. Será breve,  una página, pero quiero poner algún hecho muy específico, muy concreto.