martes, agosto 04, 2020

Más consejos para arquitectos de catedrales actuales (segunda parte)



Sigo con el tema de ayer.

—La catedral debe estar pensada para estar iluminada solo y exclusivamente por luz natural hasta que se acerque el final del día.

—El agua de lluvia del techo se puede canalizar para que un pequeño número de gárgolas (reunidas en un pequeño trecho) arrojen un impresionante flujo de agua. Y colocar esas gárgolas en un lugar donde la gente las pueda ver sin mojarse, por ejemplo, en un claustro.

—No debe haber un gran número de confesionarios tan dispersos como vacíos de manera que los penitentes vayan buscando (infructuosamente) en donde puede haber algún sacerdote; comprobando que no hay ninguno. Debe haber un confesionario muy bello en un lugar claro, donde siempre haya un confesor dentro de él a las horas marcadas. Después puede haber todos los confesionarios menores que quieran. Lo mejor es que ese “confesionario mayor” esté en un marco arquitectónico óptimo ya pensado desde el principio.

—Si la catedral va a recibir muchas visitas turísticas, la mitad debe ser visitable y la otra mitad debe reservarse para la oración. Bien con un corte longitudinal o axial. Si las dos partes fueran dignas de verse, se puede cambiar de mitad cada semana o cada mes. eso no significa que no se pueda orar en la parte visitable. Pero, en la parte dedicada a la oración, el ojo experimentado de los guardianes de la catedral sabrá a quién dejar pasar y a quién no.

No hace falta gastarse una millonada en campanas. Hoy día los medios para reproducir con perfecta calidad los mejores sonidos de campanas catedralicias son impresionantes. Mejor las campanas. Pero, dado lo que cuestan, buenas son tortas cuando no hay pan.

—Habrá una capilla que tenga un ventanal pensado para que a una hora determinada del día un haz de luz se dibuje con nitidez en la penumbra y caiga sobre la custodia. En esa capilla, el altar puede ser de madera (por ejemplo, en estilo neorrománico) para que pueda moverse ligeramente cada semana. De manera, que el haz de luz incida en la custodia a pesar del movimiento de la tierra que provoca variaciones en el lugar donde cae. La disposición de los veinte o treinta asientos individuales tendrá siempre ese altar en el centro.