Llevo diez años sirviendo
en el hospital, y os aseguro que cada vez me gusta más esta forma de llevar a
las almas a Dios. Cada vez imparto la unción de los enfermos con más concentración,
con más convicción del efecto que tiene en las personas. Sea dicho de paso,
estoy totalmente a favor de que se vuelva a llamar “extremaunción”.
En mi opúsculo, La magna
unción final explico el porqué. Otra cosa por la que abogaría es porque el
ritual diera la posibilidad de ungir en siete lugares, como se hacía en el
antiguo ritual. Es decir, que el ritual ofreciera la posibilidad de hacerlo
solo en la frente y en las manos, como ahora; pero que existiera la posibilidad
de hacerlo también, además, en los oídos, párpados, boca, pecho y pies. No solo
porque fuera la tradición durante siglos y lo sigue siendo en las iglesias
ortodoxas, sino porque la solemnidad y simbolismo es mayor. Pero yo propongo,
pero me someto al ritual y no cambio nada, que conste. Solo la autoridad competente
puede cambiar las ceremonias relativas a los sacramentos.
Una vez he administrado
este sacramento a una anciana ortodoxa con el permiso de toda su familia. Pero
si este sacramento lo pidiera un protestante, no habría problema teológico alguno
no en administrarle el sacramento, sino en imponer las manos, ungirle en varios
lugares y hacer una oración espontánea a Dios. Dejándole a Él que obrara con su
gracia lo que considerara conveniente.
Esta opción de la unción
de un evangélico es más posible de lo que parece. Las habitaciones son dobles y
tratamos a los enfermos de larga duración durante meses, la posibilidad de que
un evangélico conozca al capellán, lo valore y sienta el impulso (aunque no me ha
sucedido) es perfectamente posible. Desde luego, imposición de manos con bendición
es algo que sí que sucede de tanto en tanto con algunos evangélicos.