miércoles, mayo 10, 2023

Las listas me ayudan

 

Cuando veo las listas de las cien mejores películas de la historia, lo hago para ver si me queda alguna de la lista por ver. Y una de las que jamás habría visto de no haber aparecido repetidamente en esas selecciones es Ciudad de Dios. La estoy acabando de ver. Reconozco que es una película que merece estar en esa lista.

Trata de la peor delincuencia y la más espantosa violencia en un barrio de favelas de Sao Paulo. Me parece tan triste que haya niños que crezcan en medio de tanto odio y alejamiento de Dios.

Ahora bien, aunque en la película no aparezca, Jesús sí que llama a la puerta de cada traficante de drogas, de cada ladrón. Siempre lo hace y no solo en un momento de sus vidas, sino en varios. La película muestra el mal, pero no el bien divino que llama a la puerta, que hace recapacitar. La película es grandiosa por su fuerza, por su veracidad, por su ritmo, pero deja de lado el que todo ser humano es llamado al buen camino.

No hace falta decir que no toda película de la que elogio su calidad es adecuada para verla todos juntos en familia un domingo por la tarde. Esta tiene todo tipo de reparos morales. A diferencia de la última vida de san Pablo: una película sin ningún reparo moral, ni el más mínimo, pero que lograría dormir de aburrimiento al más tenaz insomne.

Es triste que solo pueda recomendar por su calidad películas con reparos morales, pero así están las cosas. Una vez conocí de primera mano cómo funcionaba la recolección de dinero para una película cristiana. Y no me extrañó que después las cosas salgan como salen. La producción de una película hay que dejarla en manos de profesionales, no basta la buena voluntad. La Basílica de San Pedro del Vaticano no se construyó solo con buena voluntad.

Cuando me preguntan qué me parece tal o cual película cristiana, suelo responder: “En serio, no pude ver entero ni el tráiler”.

Post Data: El título tiene dos sentidos. Pero he optado por dejar a la imaginación de cada uno cuál es el verdadero.