domingo, mayo 07, 2023

Reyes, presidentes y primeros ministros, alabad al Señor

 

Como es habitual, aunque no siempre lo mencione, sería reiterativo, agradezco a los comentaristas de este blog que nos hayan iluminado acerca de algunos puntos que desconocía, cuando vi la ceremonia.

Por ejemplo, Pablo Cuenca nos ha iluminado que el Kyrie fue cantado en gaélico.

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Ha sido toda una preciosa enseñanza para la sociedad británica y para el mundo que el jefe de Estado de una de las naciones más poderosas del mundo acompañe su acceso al rango con una ceremonia religiosa, rodeado de oraciones, pidiendo a Dios, honrándole. (Sea dicho de paso, si no recuerdo mal, hablo de memoria, el mercado londinense contrata el doble de millones de dólares que el de Wall Street. El de Shanghai está todavía más por debajo).

Y elogioso también el que todos los creyentes en Dios se unieran en esa ceremonia, de un modo u otro. Todos los adoradores del Creador estaban presentes, de un modo armónico. Los judíos se congratulaban de la presencia judía en esa coronación. Magnífico. Un verdadero acto de culto social.

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No me hago ilusiones, los últimos restos públicos, oficiales, supervivientes de una sociedad cristiana serán borrados en un decenio.

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Por la tarde, el día de la coronación, pude celebrar missa sine populo. El verdadero Rey de reyes. El que tiene todo el poder. En la misa, está el verdadero Trono Supremo. El altar se convierte en centro del universo una vez que se produce la transubstanciación. Pero haber presenciado un ritual medieval de coronación me ayudó a entender la grandeza de este otro ritual eucarístico.

Celebrar en una iglesia vacía (con un asistente), un templo del siglo XVII, a la luz de las velas, sin una sola bombilla encendida, en medio de ese silencio, es una experiencia mucho más profunda que la ritualidad más externa de una coronación.