En España tenemos ahora
la presentación de un proyecto de ley para cambiar el modo de elección de los
miembros del Consejo General del Poder Judicial. Hasta ahora se elegía a sus miembros
por consenso por 3/5 partes del Congreso y el Senado. El PSOE quiere que baste
con mayoría absoluta (más del 50% de los votos).
Lo que alguien independiente
debería investigar y emitir un informe al Pueblo es porqué los representantes
del Pueblo no se ponen de acuerdo en veinte nombres de reconocida competencia. Esa
es la gran cuestión. Ese informe nos daría las proporciones de los defectos de
nuestra democracia.
Esos juristas perfectos
existen. Son nuestros representantes los que son imperfectos hasta este nivel
evidente. Si no se ponen de acuerdo en esto, cómo se van a poner de acuerdo en
otras cosas menos evidentes.
Pero el asunto siempre ha
sido complejo y siempre lo será: ¿quién escoge a los jueces?
El asunto no se arregla
ni aunque los mismos jueces se escogieran entre ellos.
Parece que lo mejor
siempre es que se escojan entre ellos. Pero si los jueces se polarizan por
afinidades políticas el problema se replica en ese tercer poder.
El consenso es lo mejor. ¿Pero
y si no lo hay? Es más, el consenso no lo arregla todo: puede haber un consenso
en candidatos imperfectos o, incluso, viciados.
Durante años reflexioné y
charlé con un jurista amigo, mi conclusión es el libro La decadencia de las
columnas jónicas. Pero si observamos el sistema de elección en UK y en USA
veremos que el sistema funciona bien si las personas encargadas de elegir son
razonablemente buenas. Un sistema con defectos puede funcionar bien si las
personas encargadas son razonablemente adecuadas.
Estamos acostumbrados a
que la política se degrade. ¿Cómo ennoblecer la política? ¿Cómo mejorarla?
Creemos que la Iglesia
está defendida por las leyes. Es una creencia popular. La realidad es que el
destino de la Iglesia en cada país estará en manos de los políticos. Las leyes
podrán decir lo que quieran, los jueces podrán emitir los veredictos que quieran.
Al final, los que decidirán serán los parlamentos. Decidirán los parlamentos aprobando
leyes a las que tendrán que someterse los jueces. Es tan sencillo. Se habla de
separación de poderes: pero, al final, todo es tan sencillo.