sábado, octubre 17, 2020

El incienso sobre el altar, el pecado alrededor del ara

 

Continuando con el tema del sacerdote de un sacerdote caído a lo más profundo. Por supuesto no se pone a cuidar de las ovejas a nadie que no sea adecuado para ello: haya caído a lo más profundo o esté simplemente un poco por debajo de la línea.

Ahora bien, ahora, justamente ahora, no es el momento de abandonar a ese pobre ser humano.

Algunos pueden ver una cierta necesidad de hacer justicia, pero la Iglesia no está para hacer justicia, sino para mostrar la misecordia de Dios y salvar almas.

Un juez que renunciara a hacer justicia no cumpliría con su cometido.

Los curas pederastas, los curas ladrones, tendrán que cumplir con sus penas civiles. Pero satisfecha la pena, el obispo solo tiene que preocuparse del alma inmortal de ese ser humano. En unos casos, la falta fue de tal naturaleza que será posible que colabore en algún tipo de trabajo temporal. En otros casos, no sería prudente y la reclusión cuasimonástica será el modo de salvar una vida en consonancia a la consagración. Pero nunca abandonar. Siempre se puede purificar sin el uso del martillo. Como cristianos, pensamos que todo es sanable, que todo pecador es redimible.

Una cosa es la pena civil y otra el obispo-padre de la Parábola del Hijo Pródigo. Son dos campos distintos, son dos funciones. Por supuesto que no se pone al zorro a cuidar a las gallinas. Pero no solo el zorro, sino incluso el lobo debe ser convertido en cordero que pazca junto al león.