Existe un cierto hábito,
no muy extendido, de firmar algunos documentos sobre el altar. Se trata de una
costumbre completamente contemporánea. Si me equivoco agradeceré datos en
contra. Pero es algo que, según entiendo, proviene de finales del siglo XX.
En el altar se pueden hacer
diversas cosas, pero, a mi entender, no es el lugar para firmar nada. Eso se
basa en este silogismo:
—La sacralidad del altar
se ha usado siempre para actos litúrgicos y solo para actos litúrgicos.
—La firma de un documento
no es un acto litúrgico, luego no se hace sobre el altar.
Es cierto que la firma de
un gran documento pontificio parece requerir de algún acto ceremonial que
resalte la importancia de esa rúbrica. Pero esa es precisamente la diferencia
entre lo protocolario y lo litúrgico.
Me parece muy bien que un
documento de aprobación de un gran documento papal se haga firmando un pliego
con bello arte caligráfico. Después, se le pueden añadir dos firmas de dos
testigos. A eso se le puede añadir un sello metálico o de lacre.
Todo este proceso puede
ser grabado con una cámara, cuidando todos los detalles del entorno. Sí, ciertamente,
hay firmas que conviene que vayan acompañadas de un cierto protocolo eclesiástico.
No solo eso. Es una pena
que un bonito pliego escrito a mano con un bonito sello se quede en un archivo.
Pienso que habría que hacer dos copias de ese tipo de documentos. Uno para que
se quede en el archivo y otro para que recorra las parroquias, para que los
fieles pueden ver los detalles y el contenido del manuscrito, tocar el papel,
apreciar el sello. No importa si se deteriora, hay una copia en el archivo. La copia
segunda es para que pase de mano en mano y reciba un cierto nivel de deterioro.
Ya dije en su momento, que,
cuando el rey de España abdicó, lo hizo firmando un papel normal salido de
cualquier impresora. No es este, pero es semejante al que aparece en este link:
Mientras que cuando
abdicó la reina de Holanda, lo hizo con este documento:
Sí, los documentos
eclesiásticos importantes conviene que sean solemnes en la forma. Pero mi
opinión es que deben ser firmados fuera del templo. Y con el ministro de Dios sin
estar revestido de ornamentos litúrgicos. Esa ha sido la tradición hasta ahora.