sábado, octubre 24, 2020

Príncipes y papas

 

Hoy se ha reunido nuestro presidente Sánchez con el papa. De verdad que cuando veo esas escenas no trino. No me paso todo el rato criticando interiormente. En las naciones, debería haber un tiempo de campaña electoral y el resto del tiempo vivir tranquilos los ciudadanos, y los partidos colaborar. Por lo menos, esto es la teoría de lo que se llama “tiempo de campaña electoral”. Aunque ya sabemos que los partidos siempre están en campaña, sin un solo día de descanso. Pero no debería ser así.

Por eso, cuando el presidente de mi país visita al sumo pontífice, no hago ningún juicio. Solo me alegro de que lo visite y hablen un rato.

Lo que sí que me atrevo a sugerir a quien competa es la necesidad de mejorar un poco, en el Estado Vaticano, la estética de los recibimientos a los jefes de Estado.

Me consta que, dentro el Palacio Apostólico, el jefe de Estado va precedido por la Guardia Suiza y se organiza una procesión ceremonial que no deja de tener su belleza. Eso está conseguido y no le pongo ningún pero.

Ahora bien, el recibimiento donde aparca el coche siempre me ha parecido estéticamente simplón. A las pruebas me remito:

https://www.youtube.com/watch?v=7dSkP_V7bnc

En un lugar donde, de forma tan habitual, se reciben a jefes de Estado, conviene que se organice un acto peculiar que esté dotado de valor estético. Eso no tiene ni que costar dinero, ni caer en la pompa vana. La sobriedad es siempre positiva.

Pero una cosa es la noble sobriedad y otra lo ramplón. Imperdonable el paraguas pequeñito, amarillo y blanco, que usa para cubrir a la esposa presidente. ¿No saben que hay unos paraguas especiales para este tipo de recibimientos? Por si no lo saben ellos, no se usan los normales. Es como el que cubre la cámara de televisión que hay delante de los periodistas.

En un lugar, como Roma, donde llueve tanto, se podría proponer un lugar alternativo donde el coche del jefe de Estado entrase en una galería. Y ya, en la primera galería, le podría esperar la Guardia Suiza.

Después, también resulta imperdonable que una escena que la van a ver millones de personas, no tenga bien organizada la disposición de la cámara oficial para que no tape a las cámaras del resto de periodistas.

Que llegue un presidente y le espere un monseñor de esa manera es una escena que no tiene nada de bello. Cualquier director de cine organizaría algo mucho mejor.