Ha causado estupor, en el
mundo, ver las fotos de Carlo Acutis que será beatificado en octubre. Muchos se
han preguntado al verlo: “¿Está incorrupto?”.
Cuando me preguntaban
eso, si estaba incorrupto, yo les respondía con una sola palabra que lo respondía
todo: Italia.
Italia es el único país
en el que los tanatólogos son capaces de recoger, a las diez de la mañana, la
momia del faraón Semempeses (dinastía I) y dejarlo, a las cuatro de la tarde,
de manera que parezca que dos horas antes estaba cazando zorros en su carro.
Carlo Acutis no solo es
que parece que está incorrupto, es que tiene mejor cara muerto durante catorce
años que yo vivo cuando me levanto por la mañana.
Pero es que la relación
de los italianos con los muertos es, digamos, especial. Para los
españoles los muertos son unos nichos que visitamos una vez al año. Los
italianos, si les dejara la ley, los tendrían en el salón de casa, sentados en
su sillón. Cuando fueras de visita, saludarías a los vivos y a los difuntos de
la casa. No he visto una nación que ame más a sus muertos que la italiana.
¿Los españoles? Si
saliera mañana una propuesta de ley para que se nacionalizase la industria
funeraria y el Estado se encargase de volatilizar a todos los difuntos, si el
voto fuera secreto, una ley así ganaría cualquier plebiscito popular.