No sé quién escoge el
mobiliario de las dependencias vaticanas. Pero las sillas del despacho donde el
papa departe con los jefes de Estado no podrían ser menos adecuadas ni
buscándolas a propósito.
Desde la primera vez me
di cuenta de que no favorecen la conversación relajada, pues uno no puede
apoyar la espalda en el respaldo. Propician un estado de alerta, de tensión. Si
uno se apoya en el respaldo, uno se tiene que tirar hacia atrás de un modo completamente
inadecuado para ese tipo de reuniones. Lo podéis comprobar en la tercera foto que adjunto y a la que, señores del jurado, llamaremos Prueba 3.
En fin, es algo que salta
a la vista. Pero veo que pasan los años y allí siguen.
La segunda foto es otro
ejemplo de graves errores por parte de aquel que escoge el mobiliario para un
lugar tan fotografiado como ese. Poner esas dos mesitas para sostener las
figuras de los dos santos queda muy feo. Esos dos santos están pidiendo a
gritos unas peanas proporcionadas a lo que sostienen: peanas, no mesitas. Visualmente,
restan protagonismo a la mesa central.
La lámpara no estaría mal en los años 50. Pero no añade ninguna belleza estética a esa mesa, ni la más mínima. Ocupa espacio, solo eso. Todos saben que allí no trabaja el papa, esa mesa solo se usa para departir con jefes de Estado. Ahora hay lámparas, ultramodernas, impresionantes por su minimalismo y por su belleza, que ni se ven. Esa lámpara a nivel decorativo, allí, es un cero a la izquierda.
Después está la proporción
entre el reloj y la figura del santo: no guardan ninguna proporción. El sentido
común, sin haber cursado ningún estudio de decoración, nos marca las proporciones
áureas entre elementos sobre una mesa. Evidentemente, no son esas.
Aunque fijémonos en la tercera
foto, alguien se apercibió de que las cosas no estaban bien, de que aquello no
estaba bien ni para un decorador de bodas en una ciudad pequeña. Así que puso
más elementos para solucionar el tema de las proporciones. Y lo logró. Añadiendo,
lo soluciona.
¿Pero qué aparece
entonces? Un barco de baratija en el fondo. ¿Es que no es posible acabar una
página sin echar un borrón? Cualquier aficionado al modelismo sabe que ese
barco no vale nada. En un espacio que debería ser icónico (con razón que no se
haya convertido en tal), no debe haber nada que no sea exquisito, perfecto. No digo
caro, no digo lujoso. ¿Se puede poner una maqueta de un barco o está prohibido?
Claro que se puede. Pero, entonces, pon un barco de la misma calidad que los
cuadros y los muebles y el entorno.
Eso sí, el barco es de la
misma calidad que los jarroncitos de la mesa que está más lejos. Esas mesas
ganan sin nada encima, solo distraen. Distraen esos elementos como si gritaran:
“Somos baratos y feos, y, realmente, no sabemos qué hacemos aquí”.
Nota de descargo: Estoy seguro de que la persona que se encarga de la decoración es muy buena persona, que se esfuerza y que seguro que soy yo el que está equivocado. Además, seguro que es una persona de alma muy buena. Se nota por el amor con que decora todas esas estancias.
Nota 2: Creo que será una hipérbole afirmar que he visto mejores decorados en Plan 9 from Outer Space.