lunes, diciembre 07, 2020

Este retrato inacabado es el de la esposa de George Washington

 

Ya lo dije en otro post, los rostros de las momias de El Fayum me parecen una de las cosas más fascinantes que se pueden contemplar en un museo. (Aunque mi museo se llama Google.) Esos ojos que miran desde la época del Imperio Romano, que te miran como seres vivos, no como líneas en un texto. Los protagonistas impersonales de la historia allí se vuelven totalmente personales.

En este rostro, podemos percibir una mirada insegura, casi temerosa. En esta mujer, vemos su dulzura, su sensibilidad. En este hombre de la barba, percibimos carácter, su capacidad de ser duro con los demás, pero también veo su virtud de la fortaleza.

En otro rosto, queda clara una cierta melancolía. En otra momia, creemos ver una juventud un poco insustancial, sus ojos están tan vacíos como una hoja en blanco, sin escribir todavía, como alguien que se despierta a la vida.

Esta otra gran señora muestra un rostro tan neutro como una máscara, y rostro silencioso que no despierta ningún sentimiento. En este hombre de treinta años, vemos curiosidad, capacidad parea interesarse por las cosas de la vida; por lo que se ve, murió joven. Hay un niño que se parece mucho físicamente y psicológicamente a un primo mío.

Ayer puse el retrato inacabado de Washington obra de Gilbert Stuart. Ese retrato lo he colocado de fondo de escritorio. Un retrato es una inmersión en una personalidad, en el pozo de una psicología, en unos sentimientos. Los retratos de El Fayum tienen esa virtud, no son pinturas neutrales, penetran en los retratados.

La pintura inacaba de Washington es un recordatorio para mí de que debo penetrar en la persona de Pablo. Los hechos no importan tanto. El retrato de una novela va más allá de los hechos.