jueves, diciembre 03, 2020

Io, io! Ewig in dulci jubilo.


Perdonad, aunque me ponga un poco pesado, que vuelva a hablar de la música que ayer escuchaba (y me emocionaba): Bach, claro.

Se trababa de la cantata BWV 140, titulada Despertad, nos llama la voz.

Para los que no sabemos alemán, en Bach el título resulta siempre esencial. Incluso sus obras instrumentales se escuchan de otra manera si uno conoce el título. El título añade algo a la música, le inserta un corazón, su nuevo sentido a la música. El título nos enseña cómo escuchar esa composición.

En el caso de esta cantata, hay que escucharla bajo el alma que le dan esas palabras: Despertad, nos llama la voz. Esas palabras se repiten en el espíritu de la cantata citada tanto como los motivos musicales que la componen. ¡Despertad, nos llama la voz!

En el caso de esta pieza musical, la letra es impresionante:

Despertad, nos llama la voz

de los vigías, arriba en la torre;

despierta, tú, ciudad de Jerusalén.

medianoche se llama la hora;

nos llaman con voces brillantes;

¿dónde estáis, vírgenes sabias?

Sin duda ha llegado el Novio;

levantad, tomad vuestras lámparas,

¡Aleluya!

Preparaos para la boda,

habéis de encontraros con Él.

Cuando ayer (y antes de ayer, y años atrás), escuchamos voces de Viganó, de Lefebvre, de Leonardo Boff, de Hans Küng, que nos presentan un cristianismo en lucha (no contra el Mal, sino contra otros hermanos), un cristianismo agrio (sea de “derechas” o de “izquierdas”), entonces resuena la voz de Bach que nos presenta un cristianismo angélico, recién bajado de los cielos.

Cuando estamos en mitad de nuestros fatricidios, entonces se levanta la voz de ese hombre, una voz de hace casi trescientos años, y nos dice con su voz de ángel Despertad, nos llama la voz. Ciertamente, su voz es la de un enviado de Dios.

Pero escuchadle a él mismo, escuchad la calidez y el tono de su voz:

https://www.youtube.com/watch?v=DqZE54i-muE

No sé, si esto no es la voz del cielo, se le parece mucho. Si uno escucha a Hitler, escucha al mismo infierno. Pero uno escucha la BWV 140 y contra eso no hay discurso de Hitler o Stalin que valga.

Después, la música lleva al coral Zion hört (Sión, escucha).

Sión, escucha el canto de los vigías,

su corazón late de alegría en su seno,

se despierta y se levanta con presteza.

Su glorioso Amigo llega del cielo,

fuerte en la misericordia, poderoso en la verdad,

Su luz brilla, su estrella se levanta.

Ven ahora, corona preciosa,

¡Señor Jesús, hijo de Dios!

¡Hosanna!

Sigámosle todos

a la sala de la alegría

y unámonos en la cena.

Sí, la letra cambia totalmente la música. Lo que es mera música, con la letra, se transfigura.

El coral final Gloria sei dir gesungen es una música perfecta para una acción de gracias. El tercer coral me gusta menos que el segundo que he mencionado. Y el segundo menos que el primero, con el que arranca la cantata. Pero es que ni siquiera Bach podía mantener el mismo nivel de genialidad en toda su obra. En sus composiciones hay momentos grandiosos, composiciones no tan buenas y momentos de puro relleno. Él mismo lo sabía.

En fin, incluso el tercer coral que considero el peor, es insuperable para el momento de acción de gracias tras la comunión. ¿Qué nos dice Bach en ese momento de su cantata? Sea dicho de paso, el himno no es de Lutero, sino de Philipp Nicolai:

Cantemos tu Gloria

con lenguas mortales y angélicas,

con arpas e incluso con címbalos.

De doce perlas están hechas las puertas,

en tu ciudad acompañaremos

a los ángeles, arriba, junto a Tu trono.

Ningún ojo ha visto nunca,

ningún oído ha escuchado jamás

tanta alegría

como gozamos.

¡Io, Io,

eternamente in dulci jubilo!

Estoy convencido de que Lutero, Nicolai, Lefevbre y Carlos V pasean ahora por el cielo, en maravillosa armonía, repitiéndose, de vez en cuando: ¿Os acordáis de lo tontos que fuimos mientras estuvimos sobre la tierra?