jueves, diciembre 31, 2020

Mi dormitorio tal como lo he decorado para estas fechas

 

No es que haya sido algo intencional acabar en este último día del año, pero justamente hoy acabo mi novela sobre Pablo. Solo me queda describir cómo pudo ser el martirio del apóstol. Lo había dejado hacia el final porque no tenía ninguna idea, no se me ocurría cómo enfocarlo.

He estado visionando un buen número de decapitamientos en películas. Horrible modo de pasar media hora. Analizando, fijándome en los detalles, en la composición de la escena, en su encuadre.

María, reina de los escoceses; Tomás Moro, el obispo Fisher, Carlos I, rey de Inglaterra; Ana Bolena y otros más. Desde un punto de vista meramente estético, cinematográfico, ninguna escena me ha gustado.

La escena de Elizabeth, the Golden Age, nos la presenta en un entorno completamente irreal, el más antihistórico de todos los que he visto. Cuando un director se permite tan mal hacer, en una superproducción, ¿qué piensa de su público? ¿Qué concepto tiene de la gente que ha pagado para ver su obra? (Yo no fui uno de ellos.) Si al director no le importa su obra, entonces, apaga y vámonos.

La decapitación en María, reina de los escoceses produce un indudable alivio, pues los espectadores saben que la película va a acabar. En una obra tan aburrida, eso supuso muchos suspiros de consuelo en las butacas. Aunque, en una producción tan tediosa, siempre existía el temor de que el director continuara su película sin la protagonista. Hasta que no aparecieron los créditos, siempre existió ese fundado miedo.

Si, en el futuro, el Estado Español me decapita (o hace algo parecido), cosa que no descarto, dada la evolución jurídica de toda Europa, me permitiré dar algunos consejos al verdugo: “Mira, solo lo digo por la estética...”.