La imagen de hoy es del
bello Codex Sinaiticus, del siglo IV. Bellísimo en su simplicidad, en las
proporciones de su texto en cada hoja.
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Siguiendo una cuestión de
ayer. Son infinidad los artículos que ponen en duda que, por ejemplo, la Carta
a los Efesios sea de Pablo: alegan que si cuestiones de estilo, que si tales
palabras no aparecen en las “cartas indisputadas” y poco más. Frente a estos
indicios, permanece la afirmación clara, rotunda, del comienzo de la carta:
Pablo, un apóstol de
Cristo Jesús por la Voluntad de Dios, a los santos que están en Éfeso y son
fieles en Cristo Jesús.
En el caso de la Carta a
los hebreos, todos se dieron cuenta desde el mismo comienzo que era de un
estilo distinto que el resto de las cartas. Pero esos mismos primeros
cristianos repetían que era de san Pablo. Para mí eso es suficiente. También mi
Obra Férrea es de un estilo completamente distinto que mi Obispo reinante.
En mi opinión, la Carta a
los Hebreos es el último escrito de san Pablo, su obra de absoluta madurez. El texto
en el que quiso volcar su evolución teológica. Por más que los exegetas han
examinado la carta de arriba abajo no se han encontrado verdaderas objeciones
de peso, solo el estilo. Es más, la teología de esa carta tiene el sello del
pensamiento de san Pablo.
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La peste bubónica solía
matar en cuatro o cinco días. En esto hemos mejorado algo.
No me extrañaría que el Canal Historia, dentro de veinte años, diga que la culpa de esta pandemia estuvo en las procesiones católicas.