Considero al padre
Rainiero Cantalamessa no solo un gran predicador, sino uno de los mejores de
nuestro tiempo. Además, permítaseme hacer un juicio: como persona, le miro el
rostro, el alma que se desprende de su voz, y estoy convencido de que es mejor
persona que yo. Estoy convencido de que su espíritu llegará al cielo más
cargado de virtud y amor que mi espíritu. Equivocado o no, es lo que pienso con
toda sinceridad.
Ahora bien, desde la
admiración, me gustaría hacer una crítica de su sermón en el Vaticano ayer,
viernes santo. Creo que los temas que planteó merecen un análisis sereno y
civilizado, lo más ajeno a pasiones o a deseos (por mi parte) de querer tener
razón a toda costa.
Planteó la cuestión de si
la actual pandemia puede ser considerada un castigo divino. Planteó la cuestión,
pero cuando, por fin, llegó al párrafo en que pasa del planteamiento a la
respuesta, se limitó a afirmar:
La croce di Cristo ha cambiato il senso del dolore e
della sofferenza umana. Di ogni sofferenza, fisica e morale. Essa non è più un
castigo, una maledizione.
Bien, esto no es un argumento, es una afirmación. Que la Cruz de Cristo
haya cambiado el modo de entender el sufrimiento es algo en lo que estamos de
acuerdo. Pero no resuelve la pregunta que había planteado. Vamos a observar que
en todo su sermón no hace otra cosa que repetir esta afirmación de varias
maneras distintas, pero sin afrontar la pregunta que él mismo ha formulado
desde la argumentación, desde las razones. El venerable padre continúa:
È stata redenta (se refiere al sufrimiento, palabra que en italiano es
femenino) in radice da quando il Figlio di Dio
l’ha presa su di sé. Qual è la prova più sicura che la bevanda che qualcuno ti
porge non è avvelenata? È se lui beve davanti a te dalla stessa coppa. Così ha
fatto Dio: sulla croce ha bevuto, al cospetto del mondo, il calice del dolore
fino alla feccia. Ha mostrato così che esso non è avvelenato, ma che c’è una
perla in fondo ad esso.
De nuevo, y con todo respeto, lo uno no concluye lo otro. Más bien, al
afirmar justamente eso, le deberían venir a la mente las palabras de san Pablo
sobre Cristo que toma sobre sí nuestro castigo. Es decir, esta afirmación tiene
todo el eco de ese versículo paulino en que se habla, expresamente, del
castigo. El predicador continúa:
E non solo il dolore di chi ha la fede, ma ogni dolore
umano. Egli è morto per tutti. “Quando sarò elevato da terra, aveva detto,
attirerò tutti a me” (Gv 12,32). Tutti, non solo alcuni! “Soffrire –scriveva
san Giovanni Paolo II dopo il suo attentato – significa diventare
particolarmente suscettibili, particolarmente sensibili all’opera delle forze
salvifiche di Dio offerte all’umanità in Cristo”. Grazie alla croce di Cristo,
la sofferenza è diventata anch’essa, a modo suo, una specie “sacramento
universale di salvezza” per il genere umano.
He querido trascribir todo este párrafo para que quede claro que parece
estar dando argumentos, pero es un versículo que no responde a la cuestión que
él mismo ha planteado. De acuerdo, Cristo ha muerto por todos; de acuerdo, Él
atraerá a todos; de acuerdo, el sufrimiento puede ser ocasión de salvación,
circunstancia de encuentro con Dios. ¿Pero esto responde a la cuestión que él
mismo ha planteado? Porque nadie niega esto entre aquellos que creen en la posibilidad
del castigo divino. El padre continúa:
Se questi flagelli fossero castighi di Dio, non si
spiegherebbe perché essi colpiscono ugualmente buoni e cattivi, e perché, di
solito, sono i poveri a portarne le conseguenze maggiori. Sono forse essi più
peccatori degli altri?
Por fin, sí, ¡un argumento! Esta vez, sí. Pero, claro, Jesús lo dijo que
cuando llueve, llueve sobre justos e injustos. ¿Acaso los castigos divinos de
la Biblia no dejaban claro que cuando caían lo hacían sobre la comunidad en
general? ¿Qué hubiera pensado de este argumento un Abrahán, un Moisés o un
Jeremías? Ese nunca puede ser un argumento para cualquier lector de la Palabra
de Dios porque es algo claramente respondido en esas mismas Escrituras. El predicador
continúa:
No! Colui che un giorno pianse per la morte di
Lazzaro, piange oggi per il flagello che si è abbattuto sull’umanità Sì, Dio
“soffre”, come ogni padre e ogni madre.
No, estimado predicador, la cuestión de si Dios sufre está zanjada por la
teología. Dios, por naturaleza, no puede sufrir. Dios, para sufrir, tuvo que
encarnarse en la humanidad. Lo más probable es que Dios Encarnado, pero
glorioso, ya no sufre. Sobre este último punto, admito que puede haber
discusión teológica. ¿Pero si Cristo puede sufrir, Él y todos seguiremos
sufriendo por todos los condenados en la eternidad? ¿Una madre seguirá
sufriendo por su hijo condenado? Dejo aparte este debate. Pero es algo sobre lo
que cabe discusión. Sea cual sea la respuesta a la cuestión de si sufre,
tampoco es un argumento respecto al castigo divino. Cristo sufrió antes de su
Pasión, pero eso no evitó advertir acerca del castigo de Jerusalén. El padre
continúa:
Quando un giorno lo scopriremo, ci vergogneremo di
tutte le accuse che gli abbiamo rivolte in vita. Dio partecipa al nostro dolore
per superarlo.
Las acusaciones a las que pareces referirte son las enseñanzas de la misma
Palabra de Dios. Esta es una enseñanza continúa y directa de la Revelación,
desde el Génesis al Apocalipsis.
Y el que Dios al encarnarse
participara de nuestros sufrimientos, de nuevo, no resuelve la cuestión de si
Dios castiga o no. No por mucho repetir esa afirmación queda respondida la
pregunta que, una y otra vez, planteas y crees estar respondiendo.
Forse che Dio Padre ha voluto lui la morte del suo
Figlio sulla croce, a fine di ricavarne del bene? No, ha semplicemente permesso che la libertà
umana facesse il suo corso, facendola però servire al suo piano, non a quello
degli uomini.
Aquí sí que entramos en materia, por fin. Pero si Dios permite el mal,
entonces simplemente trasladamos el problema a su permisión. Lo que Él quiere
que suceda, sea con voluntad antecedente o consecuente, no resuelve la cuestión
de la responsabilidad divina simplemente apelando a libertad. Que Dios no
quiere directamente el mal por sí mismo, ya lo sabíamos. Afirmar que lo ha
permitido y creer que con eso ya está todo resuelto es no estar respondiendo a
la cuestión planteada. Con un teólogo puedo, en un momento dado, estar o no de
acuerdo, pero no se pueden hacer malabarismos con las palabras o los conceptos.
Las cuestiones hay que afrontarlas. La mera acumulación de palabras no resuelve
una cuestión por mera acumulación.
Questo vale anche per i mali naturali, terremoti ed
epidemie. Non le suscita lui. Egli ha dato anche alla natura una sorta di
libertà, qualitativamente diversa, certo, da quella morale dell’uomo, ma pur
sempre una forma di libertà. Libertà di evolversi secondo le sue leggi di
sviluppo. Non ha creato il mondo come un orologio programmato in anticipo in ogni
suo minimo movimento. È quello che alcuni chiamano il caso, e che la Bibbia
chiama invece “sapienza di Dio”.
Evidentemente, esto no se compadece con las palabras de Jesús respecto a
los dos pajaritos que se venden en el mercado o respecto a los cabellos
contados de nuestra cabeza. Si nos tomamos en serio lo que has dicho, Dios
lamentaría mucho el que el mal apareciera fuera del alcance del Poder Divino o
de su Voluntad; en un caso o en otro, llegamos a la misma casilla del tablero.
“Àlzati, Signore, vieni in nostro aiuto! Salvaci per
la tua misericordia![…] Déstati, non ci respingere per sempre!” (Sal 44,
24.27).
Precisamente, estas palabras del salmo van en contra de lo que has
afirmado. Pues dejan claro el señorío de Dios respecto a cualquier acto de la
naturaleza. Nos guste o no tanto Al Capone como los jemeres rojos o Idi Amín
nos remiten a la teología de la Carta a los Romanos o al pasaje evangélico de
los cabellos de la cabeza o a la maldición de la higuera o Jeremías llorando por
una Ciudad Santa llena de cadáveres de ancianos y enfermos antes de llevarse a
los sanos a Babilonia para ser vendidos. Esos pasajes nos muestran una Sagrada
Escritura se toma en serio a sí misma y toma el toro por los cuernos: ¡aquí hay
un gran misterio! En la Carta a los Romanos, Pablo dará una enseñanza de parte
de Dios. Pero todo eso no se puede resumir en la teoría de la libertad de la
biología, en la concepción de un Dios que es mero espectador. Esa no era la
posición ni de Isaías ni de Juan el Evangelista ni de Agustín de Hipona ni de
Tomás de Aquino.
Quando, nel deserto, gli ebrei erano morsi dai
serpenti velenosi, Dio ordinò a Mosè di elevare su un palo un serpente di
bronzo e chi lo guardava non moriva. Gesú si è appropriato di questo simbolo.
Me llama la atención que,
justamente, pongas este ejemplo precisamente en este sermón. El ejemplo de un
castigo divino. De un castigo enviado por Dios: una masa de serpientes contra
un pueblo de un millón de hombres. No es algo precisamente natural. Eso es un
ejemplo de acción directa de Dios. Hoy, por la noche, escucharemos en la
vigilia pascual la historia de las plagas de Egipto. Tampoco fueron una acción
natural, sino una obra directa de Dios. ¿Son las diez plagas un premio al
pueblo egipcio? No, el pueblo egipcio había realizado tales obras de opresión y
de asesinato que hizo que Dios escuchara el clamor de su pueblo, y actuó.
El problema de las
afirmaciones de tan noble y admirable predicador es que sus afirmaciones
implican una negación de la teología subyacente en el Éxodo. Sus amorosas
afirmaciones van más allá del amor y rompen la trama teológica que recorren las
Escrituras desde Babel hasta la Carta a los Hebreos.