martes, julio 28, 2020

Así imaginaba Polenov a Jesus paseando junto al Lago de Galilea.



No me imagino yo así a Jesús. Pero el cuadro está hecho con fe y cariño, y eso se nota.

Hoy he ido con amigo a visitar el Museo Arqueológico de Madrid. En la tienda de recuerdos, le he aconsejado que se comprara un casco romano para cuando iba a visitar su exmujer.

Cuando hemos pasado al lado de una reproducción del cráneo de un australopithecus le he dicho: ¡Mira, tu abuelo!
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Sigo leyendo a san Clemente, papa. Me estoy esforzando por escuchar su palabra como si me imaginar al Pedro de la película Quo Vadis. La predicación de esa película me parece una de las mejores que he escuchado en toda mi vida. Su contenido no tiene nada nuevo, pero es el tono lo que hace de ella algo intenso y formidable. A ver si logro sacar fruto así de la carta de san Clemente.
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Un tema sobre el que he meditado a menudo, desde hace varios meses, es el del abuso de la gracia. El tema consecuente de la condenación eterna ya lo reflexioné mucho para mi libro Las leyes del infierno. Pero ahora lo que me interesaba era este otro asunto: el abuso de la gracia por parte del creyente, pero dejando aparte la consecuencia consumada y final de la condenación. Analizar ese hecho el abuso desde el lado de Dios. Y, sobre todo, analizar cómo salir de ese círculo vicioso cuando se ha abusado mucho. Cualquier cosa que podáis decir en los comentarios os lo agradeceré. Y, sobre todo, versículos que nos ayuden a entender esta realidad y cómo salir de ese círculo cerrado y cada vez más cerrado.