Como cierta comentarista,
a la que considero esencial en el blog –varios lo sois, ya lo sabéis--,
escribió este comentario, me gustaría dar mi explicación. Ella dijo, citando una
línea de mi post que pongo en granate:
"También
hoy en día hay una cierta cátedra de Moisés"
¡Qué crítica más sagaz! Me
encanta esa ironía, porque además es bien cierta.
Ahí se sientan los
escribas y fariseos.
¡Qué astuto, P. Fortea!
No, de verdad que esa no
fue mi intención. Por supuesto que ahora sigue habiendo santos y pecadores,
mediocres y un poco de todo, de todo lo bueno y de todo lo malo. En la Iglesia
encontramos lo mejor, y algo de lo peor.
Pero no fue esa mi
intención. Moisés fue una figura única, irrepetible. Una figura única para una
función única. Moisés fue llevado de la tierra, pero quedó su cátedra. En esa
cátedra se sentaron los fariseos y escribas, ahora sus rabinos y rabinos
mayores (o rabinos-jefes o rabinos-mayores).
Dios creo la cátedra de
Pedro y ahora también tenemos nuestros propios fariseos (maestros en teología),
nuestros propios escribas (expertos en las Escrituras) y sacerdotes (los
presbíteros). Estos tres tipos los menciono sin connotación negativa alguna.
La mayoría de los
escribas y fariseos de la historia de Israel fueron buenos. Los de la época de
Jesús constituían una institución corrompida que consumó sus iniquidades con el
rechazo al Mesías. La condena de Jesús es general al referirse a ellos. No eran
gente buena que rechazó a Jesús. Sino gente mala que colmo el vaso de la Paciencia
Divina.
La pintura muestra a Jesús juzgado por el sanedrín.