sábado, julio 18, 2020

Momentos como este fueron el verdadero final del III Reich



Hay muchos nombres para los delitos en los códigos penales. Pero hay uno que resuena con una contundencia sin igual: crimen de lesa humanidad. Es un delito no contra tal o cual persona, sino que se inflige contra la humanidad misma.

Magistralmente, los juristas de después de la II Guerra Mundial determinaron que, cuando ese delito se cometiese, regiría el principio de jurisdicción universal. No solo eso, además son imprescriptibles.

Todo el mundo piensa en el III Reich, pero desgraciadamente los ha habido en muchos otros lugares: en Malui, en el Estado ISIS, en Guinea Ecuatorial (1968-1979), en Uganda con Idi Amín (1987), el Imperio Británico (durante la Guerra Boer, por citar un solo ejemplo de ese imperio) y en otros lugares.

Cuando un grupo o un estado comete ciertos actos, por su misma naturaleza, la agredida pasa a ser la humanidad entera y la humanidad no puede dejar de actuar, no puede inhibirse.

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¿Por qué escribo este post? Pues por un documental que vi ayer. Tantas veces nos parece que no hay justicia sobre este mundo. Pero lo cierto es que, incluso sobre este mundo, la Mano de Dios actúa más de lo que pensamos. A muchos jerarcas nazis, les cayó sobre la tierra una condena que parece bíblica: Le condenamos a morir en la horca, su cuerpo será incinerado y sus cenizas esparcidas... Parece la maldición de un profeta.
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Hoy vi la foto de uno de esos jerarcas nazis de tercera o cuarta fila, agarrarse a un crucifijo (con las dos manos), frente al sacerdote, repitiendo las oraciones que este le recita, justo antes de llevárselo al cadalso. 

Después de los días del orgullo, los días de la retribución. Después de haber llevado con jactancia la cruz de ese anticristo sobre el brazo y la frente, aferrarse al final de la existencia a la cruz de Cristo.

Todos hemos visto miles de fotos y vídeos de esos jerarcas en los días del orgullo. Por el contrario, son poco conocidas las imágenes de los días de la retribución, largas jornadas en las que comieron el pan del dolor mezclado con el agua de sus lágrimas.

Cada uno de los que logró escapar a la justicia humana, solo consiguió una prórroga sobre la tierra antes de comparecer ante el Juez Inapelable. Por larga que les pareciera la vida, solo era una prórroga. Esto vale para todos los que han cometido crímenes contra la humanidad, sean de la ideología que sean, sean del pasado o del presente.
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Ahí está el presidente de China, solo él sabe cuántas cosas lleva a cuestas sobre su conciencia. Una de ellas es la de encarcelar a cientos de miles de seres humanos para obligarles a pensar como él quiere, meter en prisión a cristianos y un largo etcétera. Y le recibimos con todos los honores en nuestros aeropuertos, con banda de música, ofrecemos banquetes en su honor y, al darle la mano, nuestros jefes de Estado casi sin darse cuenta se inclinan un poco.