Este verano me está
resultando uno de los más frescos en los últimos diez años. Sí, noto que hace
calor, pero no me agobia para nada. Hasta duermo muy bien. Quizá sea la edad,
quizá el coronavirus. Tal vez es que duermo mejor en tiempos de crisis, no sé.
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He hecho propósito de
leer cada día dos páginas de los padres apostólicos. Copio de la Wikipedia:
Se llaman padres
apostólicos a los autores del cristianismo primitivo que, según la tradición,
tuvieron algún contacto con uno o más de los apóstoles de Jesús de Nazaret. Son
un subconjunto de los padres de la Iglesia, se trata de escritores del siglo I
y de principios del siglo II, cuyos escritos tienen una profunda importancia
para conocer qué creían los primeros cristianos.
Así que voy a ir
sistemáticamente leyendo uno a uno. Por lo menos, ese es el propósito. Ya os
iré contando.
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Después del
confinamiento, hice propósito de aceptar cuantas invitaciones me hicieran a cenar
y de yo mismo invitar a cenar a mi casa cada semana o cada dos semanas. Hoy he
invitado a los primeros. Una señora que es mi ángel de la guarda espiritual y
al que me sincroniza los vídeos. Invité también a un compañero sacerdote, pero
tenía una reunión parroquial. Y a otros dos sacerdotes les llamé ya con poco
tiempo de antelación.
Menú: Paella de
chipirones, dos tipos de ensaladas (una de guisantes, alcaparras, canónigos y
queso a la mostaza; y otra de pepino, tomate y un aceite con hierbas macerado
con pescado), también un poco salmón marinado y dos tipos de postres polacos traídos
por uno de los invitados. La verdad es que a mis dos invitados de hoy les debo
mucho.
Invitar a cenar es un modo de luchar contra el aislacionismo que se ha metido en la médula de la psicología de las personas durante esta pandemia.
Invitar a cenar es un modo de luchar contra el aislacionismo que se ha metido en la médula de la psicología de las personas durante esta pandemia.