Todos y cada uno de mis
posts los he escrito carente de nacionalismo patrio. Cuando hablé de Corea del
Norte, hace años, ya dije que, si algún día nos acercáramos a una situación de inevitable
conflicto bélico, habría que tratar de barajar acciones en las que se buscara el bien de los norcoreanos, unos pobres rehenes de
un régimen patológico.
Lo mismo pasa con China.
Si ese país fuera una democracia en la que su predominio no supusiera otra cosa
que un relevo del poder americano por el
asiático, yo no tendría nada que decir. La Humanidad es la familia de los hijos
de Adán, puestos sobre el suelo que Dios nos ha dado. No creo que un europeo
tenga más dignidad o más capacidad que un asiático.
El problema es que la
evolución de China es una seria preocupación para cualquiera que tenga una
visión que vaya más allá del aquí y el ahora. El modo crecientemente opresivo de
esa distopía resulta impresionante. ¡En solo siete años! Igualmente preocupante
señalan personas que llevan mucho tiempo viviendo en China, que hablan chino,
que están establecidos en ese país y casados con mujeres chinas es la
propaganda contra los occidentales desde el aparato del Estado y que ha calado
en la población.
En cuestiones geopolíticas
son muy poco intervencionista. Considero que para casi todos los problemas con naciones soberanas es mejor dejar que pase el
tiempo. El tiempo suele solucionar la mayor parte de los problemas. Ahora bien,
desde un punto de vista económico, el problema es precisamente ese: que no hay
tiempo.
Si la economía pudiera
visualizarse como un territorio, sería sorprendente hasta qué punto se ha producido
una invasión. Lo que ha ocurrido con China no ha sido una colaboración, un
comercio justo, un intercambio beneficioso para las dos partes. Se ha tratado
de una invasión pura y dura. Solo una miopía perfecta y falta de principios
morales de los jefes de Estado occidentales ha podido permitir semejante
vampirización.