No nos abandonéis. Si nos
abandonáis ahora, nunca recuperaremos la libertad.
Eso fue lo que dijeron los alemanes del sector occidental de Berlín cuando los
soviéticos bloquearon los accesos, les cortaron la luz y daban por supuesto que
Occidente tendría que ceder esa zona.
No nos abandonéis.
Esa fue la súplica de dos millones de seres humanos que ansiaban vivir en
libertad. Y Estados Unidos no les abandonó.
Hong Kong, siete millones
y medio de seres humanos, abandonados a su suerte.
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Y alguien, como
despertándose de un plácido sueño, se ha dado cuenta de que es en China donde
se fabrican los chips.
En el 2018 salió esta
noticia porque ya era agua pasada de tres años antes:
Cuando nos roben nuestra
libertad no lo harán los chinos, lo harán regímenes débiles para enfrentarse al
dragón gigante, o regímenes bolivarianos que nacerán como reacción a la pobreza
brutal que se establecerá.
Y podremos repetir, una y
otra vez: “Nos lo merecimos, nos lo merecimos”. La anaconda fue rodeándonos con
sus giros con nuestra consciencia perfecta. Pero lo mismo que los depredadores
buscan presas enfermas, Occidente está enfermo, ya no tiene capacidad de
reacción.
Lo he visto en tantos
vídeos de Youtube (todavía es libre) cómo el mamífero llega un momento en que
se abandona, se deja abrazar.